Escribo al tiempo,
a la corazonada viva;
aquella que guarda esperanza
y a la estirpe longeva
de la que se alimenta el mundo.
Estuve presa de pulsos eléctricos
en plasma que hierve
de lapso en lapso
cautivo en pensamiento.
Aguardé al viento
a la musa que un día huyó de mi cuarto.
Observé la lluvia
renací con fuego.
Alumbré cada recuerdo vacío.
Entré en la realidad presente,
la cambié caprichosamente;
llevándola lejos
de la gravedad que la atrapa.
Emergí de un capullo de olvido,
de hostigamiento del ser quieto.
Me encontré en un espejo
en un papel blanco
que se tiñe de negro.
Desperté una noche después de mucho tiempo
y estaba dentro de mi cuerpo.
A.I. Mendoza Seda
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