Alatum



"Cantan los pájaros, cantan
sin saber lo que cantan
todo su entendimiento es su garganta."

Octavio Paz

lunes, 24 de julio de 2017

Rambler

Uno no suele contar los minutos, sólo pasan y nos adaptamos a ellos. A veces ni reparamos en los cambios, esos que son generados por un evento, por una presencia o una mirada fija, llena de ternura y agradecimiento.

Mi hermano encontró a Rambler vagando. Me dijo mientras estaba fuera de casa. Me dijo que había hecho un nuevo amigo.

La primera vez que lo vi, sus ojos se asomaron tímidos por una ventana. Vi su confusión, su pesadumbre, y la carga del sobrevivir marcada sobre su lomo y su cara. Estaba herido de píes a cabeza, cansado. Muy cansado. A veces me gustaría entrar en sus recuerdos, a esas imágenes que tiene cuando sueña, a las sensaciones que experimenta cuando recuerda algo, al tiempo que pasó a la intemperie, al sonido de un auto, o el olor de la podredumbre.

Me esforcé en sanarlo. Quería que sus ojos volvieran a confiar, que su mente volviera a la tranquilidad. Lo amamos enseguida, mi padre lo bautizó; como la canción de The Rolling Stones, Midnight Rambler


… Did you hear about the midnight rambler 

Well, honey, it's no rock 'n' roll show...

Con el pasar del calendario, Rambler se ha vuelto indispensable. Es gracioso cuando nos preguntan su edad porque sólo sabemos qué está viejo, y que ya estaba viejo desde que lo encontramos. Para su edad era fuerte y aun lo sigue siendo en cierta forma, pero el tiempo siempre pasa. Esos grandes pasos lo han alcanzado, ya tiene los achaques de un anciano.

De él me gusta tomar sus patas, hablarle con cariño y observar sus pupilas dilatarse. Encontrar todavía el semblante vivo que pide amor, que da amor incondicional. 

          Me arraigo en la creencia de que la estación con él es un regalo.

Rambler ya no tiene la fuerza para andar. Su sueño es profundo y ausente. Va perdiendo el oído, como aquel que paso a paso deja atrás el mundo. Se va quedando sin dientes, planta esos huesos tempranamente. Su cuerpo marchito es como la corteza de un árbol viejo, es grueso y lleno de marcas. Su voz jamás nos alcanza, pero es testigo de las segundas oportunidades, de la compasión humana, esa que se deja ver de vez en cuando. Se queda paciente, esperando una caricia, esperando comida, y permanece así ya todo el tiempo, esperando.

En las mañanas se queda mirando el paisaje, como pensando que ha amanecido otra vez... Se sienta en el pasto, cansado. Se queda allí contemplando. Escucha los pájaros y mis pasos, mi voz y el follaje. Olfatea el viento, las flores, sus años…

No te despidas cuando te vayas Rambler, que vamos a volver a vernos...


A.I. Mendoza Seda



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