Me preguntaron si ningún ser
humano valía más mi amistad. Después de que al preguntarme, dijese que todos los amigos que tenía de la colonia eran perros.
Lo
pensé por un momento, extrañada y culpable. Es acto reprobable no apreciar a tu propia raza, se
duele la gente, es ofensivo. En afán de pensar ser despreciada por otra especie lo entiendo y percibo su enojo como algo comprensible. Sin embargo en el pensar frío de las cosas, me pregunté si el ser humano no
se otorgaría a sí mismo esa plusvalía. Si la madre
naturaleza pudiese hablar, probablemente diría que en su vientre engendró tanto
vida para nosotros, como para el insecto que corroe la planta,y tanto nosotros
somos su hijos, como lo es la simple hierba.
Cómo podría considerar a alguien más o menos merecedor de mi amistad. ¿No
es acaso el hombre el que en su pensar se ha otorgado un valor añadido sobre otras especies? Pasamos por alto el hecho de que la vida sin el hombre
seguiría su rumbo. Si las abejas se extinguiesen habría
hambruna, si las ardillas y las lagartijas se fueran, habría plagas. Todo
tiene una función, hasta las arañas. Pero henos aquí nosotros, llegando y
destruyendo cualquier lugar en el que habitamos, agotamos los recursos y nos
marchamos dejando tierras áridas.
Consideraría tener más amigos de mis especie si la gente no fuese
tan complicada, si no fueran tan poco
confiables. Es un sabor amargo la realización de una perdida de inocencia fugaz. Del
nacimiento de la intriga y el aborrecimiento del amor mal correspondido. Entonces toco ese pelaje sucio y veo en sus ojos la ingenuidad de los niños de antaño, de esos que parecían no tener padres y andaban por las calles,
conocidos por todos, con una sonrisa y nada más.
Andariegos pasan de casa en casa, sabemos de sus hogares pero su vida está en la calle. Algunos dentro de una reja se levantan contentos a saludarme. Otros observan en la altura de una casa, todos, tirándose en un momento a la sombra, durmiendo
sobre la tierra seca, tendidos al sol, enfermos y después ya no
más. Viven naturalmente entre un paisaje urbanizado,corren a la vista de un
amigo, lo alaban y aprecian, comparten un simple cruce de miradas, un momento
de trayecto. Una caricia, una voz de alegría y siguen su vida, dejando un
recuerdo agradable, un nombre provisional en el aire, Palomino, Guapa, Mr. Popo, Romeo, Pirata, Chocolate, y se van.
Tal vez sí hay seres humanos que merecen mi amistad, pero no hay ninguno de estos seres, que no la merezca.
A.I.Mendoza Seda