Nos han advertido de la maldad
del azúcar.
De
ese pequeño cristal engañoso de forma mutable.
Se
nos ha prevenido hasta el cansancio
de su dulzura mortal y lenta.
De recuerdo adictivo.
Más
aquí estamos con los años,
y
todavía la invitamos a nuestra mesa.
Nos
dormimos con su sabor en los labios
y la mirada perdida de betún y frutas.
Estamos en un embrujo,
que
nos atrae a la felicidad falsa y pasajera,
A la euforia orgásmica
de dulces tentadores y exóticos.
Pero
todo el mundo sabe
que no se puede vivir de golosinas.
Más no importa que los dulces sean malignos.
Al
final hay
dulces tan exquisitos
que
queremos comerlos,
una
y otra vez.
Aun después de que nos enfermen...
Hasta
la muerte.
Gato Negro
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