Vi en sus ojos el salto de un pez dorado.
Un hilo de aire entre sus dientes blancos.
El rizo de su cabello se mezcló en la penumbra
y sus palabras se enredaron.
El movimiento de su manos;
perfume que se impregna en ojos ajenos.
Su caminar;
paso que marca el correr de las estrellas.
Son imperecederos nuestros recuerdos falsos.
Imágenes quietas que jamás envejecen.
La canción repetitiva de su voz se eleva,
se suspende en espacio intangible.
En una mueca, en un botón.
Se queda varado a la deriva como una ilusión.
Un idealismo.
Ser efímero que respira lejos,
que se acerca en un espacio inalcanzable.
Que existe, que muta, que vuelve.
Ser ajeno. Ser nuestro. De todos.
De nadie.
Nocturno
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