Se condensa la
humareda a lo lejos, cubriendo el horizonte y el verdor de los arboles. Dicen que es, obra
de la ambición del hombre, tomamos porque pagamos, y nadie nos dijo que era
nuestro, solo lo pensamos.
La
tierra se cansa, esta harta de ser tratada como una prostituta. La profanan,
la siembran y la profanan y la siembran, y queman sus pieles y drogan sus
tierras.
Al grito mudo de dolor profundo.
El
sol cae, la humedad se impregna en la piel en un estado permanente. Caminamos,
nos movemos, sentimos como el calor entra y la cabeza nos da vueltas. Nos cegamos con la brillante luz
que parece ensordecer todo, mientras a lo lejos, un hombre de aspecto ridículo
y mucho poder lo niega todo.
Me importa una mierda el mundo.
Dinero.
Nos
quemamos lentamente, nosotros nos hemos prendido fuego y hervimos en nuestra
propia carne, nos ahogamos en nuestro propio aire.
Desesperados,
vivimos, comenzamos a ver, como todos estamos poco a poco en el infierno.
Ardemos en ira y vicio.
Merecemos arder...
A.I. Mendoza Seda
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