Un gran imaginador de realidades experienciales, y hasta
fantásticas...
Jorge Luís Borges
De Eduardo Wilde, podríamos decir que forma
parte de aquellos escritores cuya corriente literaria es imposible definir de
manera simple. Calificado como impresionista por la estructura
evocada a su época, pareciera variar en cuanto a la manera en que percibía y
describía la realidad que le rodeaba.
Eduardo Wilde se desenvolvió dentro del
realismo, —solo cronológicamente—
pues su contracorriente, el romanticismo, en mi opinión no es un antónimo,
sino un resultado evolutivo que se manifiesta a través de la cotidianidad. El realismo que maneja E.Wilde, no se limita al puro
sentido crudo, sino a la magia que se puede encontrar en un contexto real, logrando
así una identificación con los personajes palpable y convincente. Las
personalidades cesan de grandes sentimentalismos y la percepción se vuelve del
dominio común, dignificando los sentimientos y sensaciones encontradas en las
vivencias de cada día.
Cabe
preguntarnos si el estilo ingenioso y humorístico de Wilde, es una limitante
para definirlo, pues su “humor” tiene una esencia que lo particulariza. Aunque
los movimientos post-románticos comienzan a dejar atrás el movimiento original,
resaltando la idea del hombre como dueño de sus emociones. La visión de Wilde
tiene una vertiente importante que contiene una profundidad innovadora en su
tiempo, deductivamente al nacer la exaltación del ser llevado por los
estandartes y máscaras de personajes y paisajes fuera de lo común, llega inevitablemente
la percepción del ser esencial. Las preocupaciones de distintos problemas
filosóficos aparecen tempranamente, problemáticas que no fueron tratadas a
profundidad hasta autores como Felisberto Hernández y el mismo Borges.
Wilde tenia predilección por las
formas breves de la literatura, su visión está impresa en lo que escribe de
manera objetiva y sumamente minuciosa, no en el sentido recargado sino a manera
de otorgar un sentido fiel a la realidad cotidiana, y con el paso de tiempo con
una discontinuidad de pensamientos que acontecen como eventos pasados,
melancólicamente recordados, ataviados con una percepción adentrada del ser que
los posee y de aquel que lo está viendo.
La complejidad de Eduardo Wilde se encuentra
en su capacidad de percibir la realidad de manera sensible, recrearla con
detalles que la figuran exquisita y cruel, tratándola desde las puras pasiones
del cuerpo hasta algo tan complicado como la percepción del alma.
Enfrascar al autor dentro de una
categoría que no es otra mas que la de sí mismo sería un error, pues estamos
hablando de un adentramiento profundo a las verdadera preocupaciones del
individuo, a una centralización aterrizada que no colinda con los parámetros impuestos,
que sigue una línea de pensamiento revolucionario y crea una doctrina personalizada
bajo la cual no entran limitaciones superfluas de obras de arte antiguas y
metodologías ya vistas. En su obra se crea una conciencia renovadora, real y
aplicable, lejos de las exageraciones de corrientes absolutas. Aquí surge el pensamiento
del hombre sin influencia externa ni fuerza sobrenatural, sino como resultado
de su historia, plasmada a través de una visión personalizada del ser.
A.I. Mendoza Seda
Biografías
y vidas. (Abril de 2004).
Recuperado el 29 de Octubre de 2011, de Biografías y vidas:
http://www.biografiasyvidas.com/biografia/w/wilde_eduardo.htm
Oviedo, J. Transición hacia el realismo al naturalismo. En
J. Oviedo, Historia de la literatura Hispanoaméricana (págs. 137-219).
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