Alatum



"Cantan los pájaros, cantan
sin saber lo que cantan
todo su entendimiento es su garganta."

Octavio Paz

martes, 3 de mayo de 2016

"Release the Kraken"

Realese the Kraken

        Un mes de Febrero, en domingo, mientras me encontraba pasando de largo los canales de la televisión, mi tía que bien conoce mi gusto por los animales me llamó desde la planta baja de la casa….

        Usó una voz dulce y cómplice, de alguna forma al escucharla supe inmediatamente que se me mostraría un perro. Supe que acerté cuando en sus manos cargaba un pequeño cachorro, una cruza de Pastor Belga y Labrador, que sin más reparo me entregó con la simple indicación. “te lo presto un rato…”

        Inmediatamente fui con mis padres, mi papá lo recibió con un poco de desapruebo, como si trajera un espécimen desconocido entre mis manos, mientras mi madre, un poco más relajada, lo tomó en sus manos, expresando simplemente… “Qué cara tan chula tienes bebé…”

        Al ponerlo en el piso noté que no podía ponerse correctamente de pie y lo tomé para mirar sus ojos a la luz con una sospecha; aquel cachorro era tan pequeño, que todavía no podía siquiera ver.

        Le comuniqué a mi tía, que el cachorro era muy pequeño y debía regresar con su madre, posteriormente supimos que el cachorro tenía solo dos semanas. Desgraciadamente, no había manera de regresarlo.

         Tomé la responsabilidad de cuidarlo hasta que estuviese en edad de ser vacunado y fuerte para que pudiera estar por su cuenta, a sabiendas claro, que afrontaba una responsabilidad que seguramente me exigiría gastos económicos y mucho tiempo. La primera noche lloró casi todo el tiempo, hasta que tomándolo entre mis manos lo envolví en una toalla y lo coloqué sobre mi regazo para que intentara dormir. Funcionó, el cachorro se quedó completamente quieto y pacífico, me di cuenta de que solo tenía frío.

        Noté tenía un carácter fuerte, no se asustaba fácilmente, aun cuando no podía ver le ladraba a todo y se animaba a bajar las escaleras. Reconocía bien los aromas, no podía engañarlo fácilmente con un oso de felpa o una manta tibia, sabía que no eran mis brazos que lo sostenían y lloraba cuando sentía que estaba solo.

        En su oscuridad, sus ojos y su nariz me buscaban por las noches, tratando de subir a mi cama sin conseguirlo, hasta que conmovida por su llanto le concedía lo que quería para que pudiéramos dormir los dos. En casa todos los mimaban, incluso mis abuelos no tan adeptos a los perros, le hablaban con amor, no les molestaba que le saltara cada vez que los veía, dirigían sus manos viejas y doblaban su espalda cansada para alcanzarlo y hacerle caricias. Mi abuelita, quien detesta la idea de los animales dentro de casa, comprendía la necesidad de que él estuviese dentro, siempre lo veía y hablaba como si fuese un niño, bromeaba con él mientras lo observaba de forma cariñosa, para siempre al final, decir “Qué hermoso está…” 

        La idea de que él se quedara conmigo, en mi familia, se hizo casi segura.

        Tuve todos los cuidados necesarios, estaba en mi cuarto la mayor parte del tiempo, solo salía de vez en cuando a hacer sus necesidades porque no le gustaba hacer adentro de casa. Siempre me preocupaba su estancia en el cuarto cuando no estaba con él, porque tiraba todo, parecía tener una extraña satisfacción haciéndome rabiar. Era terco, hasta que crispaba los nervios. Rompió, masticó, y mordió tantas cosas incluida a míy aunque me hizo rabiar una vez por día, por muy adepta y encariñada que estuviese con esos objetos destrozados, al final del día lo amaba más a él.

       Kraken como lo bauticé después de darle muchas vueltas no era un perro faldero, tenía un carácter fuerte, había nacido para ser dominante, poderoso y grande. A la edad que tenía, su nombre era mas irónico, pero me justaba jugar con la idea, cuando abría la puerta del cuarto, de decir a forma de juego “¡Release the Kraken!” cuando salía disparado corriendo enérgicamente a jugar a la sala.

        Pasó casi el tiempo indicado para que el pudiese ser vacunado, pero días antes sentí que Kraken tenía fiebre y lo llevé al veterinario. A falta de otro síntoma, me dijo que solamente le daría medicamento para bajar la fiebre y el dolor y me recomendó llevarlo en tres días para aplicar la vacuna. Así lo hice…

        El día que llevé a Kraken a vacunar, le dije que sentía que estaba ligeramente caliente, que lo revisara para saber si no había algún problema antes de aplicar la vacuna; sin embargo después de verlo un momento, el veterinario me dijo que no había ningún problema.

        Para esos días, Nina, una de mis perras, tenía síntomas de tos y gripa muy severos, así que en la sospecha de que pudiera ser algo grave no dejé que tuviesen contacto alguno. Aproximadamente ocho días después, Kraken tuvo síntomas de nuevo, tenía fiebre y lo que parecía una gripa terrible. Al llevarlo al veterinario, tras solo cuatro días de tratamiento y consulta con todos los veterinarios de esa pequeña clínica, me dijeron que estando vacunado era imposible que tuviese otra cosa más que una fuerte infección, y que probablemente se había contagiado de la otra perra. Pero Nina ya estaba casi curada, así que me forzaba a creer esas palabras. No quería ver lo que estaba pasando, hasta que un día por la noche, mientras dormía junto a mí, Kraken tuvo lo que sería una primera convulsión, que duró no más que aproximadamente diez segundos. Yo sabía lo que era, porque anteriormente tuve otro perro que tenía epilepsia, sabia bien como se veía una convulsión, pero no quise aceptarlo en ese momento, no estaba lista.

        Con la repetición de tres convulsiones en el transcurso de la madrugada y la mañana, decidimos llevar a Kraken a un veterinario especialista que aunque era costoso, para ese momento no nos importó gastar algo que no teníamos. Durante el camino Kraken lloró todo el tiempo, incomodo se quejaba, inquieto, molesto.


        Esperamos casi media hora, mi hermano y yo tratábamos de consolarlo, pero era como si supiera lo que estaba por venir, mientras que yo, impulsada por mi egoísmo y mi incapacidad de pensar en perderlo, me negaba a pensar que nos estábamos despidiendo.



Cuando el veterinario me llamó, al verlo solamente, me dijo sin mas titubeos, que el perro tenía, casi seguramente, Distemper Canino moquillo que todos los síntomas apuntaban que así era. Le dije que los otros veterinarios me habían dicho que era imposible y como fue su proceso de su vacunación. Inmediatamente me dijo que había sido una negligencia haberlo vacunado de esa manera, que muy seguramente el virus se había incubado ya dentro de él, y que al colocarle la vacuna, lo único que ocasionó fue activar el virus, por eso en cuestión de unos días, el perro se había venido abajo.

        No tuve más que aceptarlo, le dije que el perro había tenido los primeros episodios de convulsión y con esto, sus ojos se llenaron de decepción, aun cuando sabía lo que estaba sufriendo, me dijo que la realidad es que Kraken estaba ya en un punto de la enfermedad, en donde no era posible salvarlo.

       Lloré al instante, aceptando lo que ya sabía. Me hizo la pregunta necesaria, únicamente esperando para que yo misma fuese, la que pusiera punto final a lo inevitable. Abracé a Kraken sintiendo su cuerpo con fiebre llorar contra mi pecho y simplemente negué silenciosamente, y las únicas palabras que abandonaron mi boca fueron; Entonces ya no…”

        Mi hermano mirando desde la puerta dijo que había que dormirlo y con eso el veterinario se dispuso a poner fin al sufrimiento de mi cachorro. Lo revisó por última vez, comprobando que estaba ya muy adelantada la enfermedad y conmigo aun abrazándolo, tomó su patita y colocó la inyección.

        Kraken dejó se sufrir casi al instante, solo tuve que esperar que su corazón dejara de latir. Sentí como si súbitamente lo hubiesen arrebatado de mis brazos, su calor se había ido y la imagen que tenía en mi mente, de ese perro alto y fuerte se hizo pedazos. Remplazada con la imagen de ese cuerpo pequeño, ahora inerte tendido frente a mí…

       “Se que llorando no voy a traerte de vuelta y acepto que fue mi culpa, aun si hice lo que se supone que debía hacer, yo era responsable de tu vida y en el momento en el que yo sospeché que algo estaba mal, debí haber seguido mi instinto. Pero te quería ya tanto, que la idea de que te fueses de mi lado, de que ese futuro que venía para los dos se fuera era demasiado doloroso, y preferí creer en esas palabras placebo, de aquellos que no supieron que lo que tú tenías, te alejaría de mi lado.

        Escuché mientras estabas durmiendo tu pecho congestionado y a los perros aullando a lo lejos. Ahora la habitación esta vacía si ti, aun cuando no había pasado tanto tiempo contigo. Tu partida repentina, ha sido algo extraño de afrontar, se siente como una historia truncada, no tengo más que el recuerdo de tu cara infantil, tan bella, que esperaba con tantas ansias crecer. Jamás voy a verla y yo soy la culpable. Viviré con ese error, pues solo así en un futuro tal vez pueda evitar cometerlo de nuevo.

        Aun cuando para muchos seas no más que una vida inferior a la humana, y aun cuando yo entienda la perspectiva de las cosas, de las tragedias grandes del mundo, que acontecieron y seguirán viniendo, aun cuando he experimentado la vida humana perderse, no por ello tu muerte fue menos dolorosa. Para mí, esos ojos que me miraban cada mañana con cariño, reflejaban un amor tan puro, que es difícil encontrar entre las personas.

        Ahora extraño tu carácter indomable, tus gruñidos, el que tuviese un miedo constante a que me mordieras, el hecho de que no pudiera dejar nada a tu alcance, de que fueras irónicamente tal como aquella bestia mitológica, un destructor de todo.

        Ahora cada vez que observo mis manos, veo las cicatrices que me dejaron tus pequeños colmillos y lo que antes me preocupaba que nunca se borrara, ahora espero que nunca lo haga.

        Te extrañaré el resto de mi vida, te guardaré como un recuerdo precioso y corto, como una estrella fugaz. Serás siempre ese que amé tanto apenas estuvo cerca, aquel a quien le fallé. Sin embargo no lloraré más tu partida, pues entiendo que eso no te regresará a mí. Aun con la tristeza de tu partida, ahora miro al lugar en donde puse tu pequeño cuerpo, sabiendo que fuiste en donde estarás rodeado de otros seres que amé tanto como ti, que probablemente ese temperamento salvaje y tosco era lo que eras, y jamás iba a poder domarte.


        Sea dónde sea que corras, no llevarás una correa y nadie te regañará por romper las cosas, harás todos los desastres que quieras, sin consecuencias y que tendrás permiso de vagar hasta que te hartes de hacerlo. Ahora eres libre, como fuiste desde un principio, naciste para ser libre y salvaje así que puedo levantar la mirada de la tierra en donde tu cuerpo yace, al horizonte buscándote, y decir justamente… “Release the Kraken…”


A.I. Mendoza Seda

No hay comentarios:

Publicar un comentario