Alatum



"Cantan los pájaros, cantan
sin saber lo que cantan
todo su entendimiento es su garganta."

Octavio Paz

miércoles, 11 de mayo de 2016

Espiral II

Espiral I
Somos mortales, no de la tierra, no del océano
Somos criaturas del viento.

Es curiosa la forma en que funcionan algunos seres humanos, que desde el momento en que se levantan parecieran jalar en los movimientos una cuerda invisible, todos los seres humanos tenemos una manera distinta de funcionar, algo que se puede ver en algo tan trivial como en la forma de caminar. Sí, aunque la verdad estemos como ahogados en nuestra propia realidad.

Son esas ideas intangibles lo que le dan un sentido a cada segundo que vivimos, incluso pensar en dejar la mente en blanco conlleva en primer instancia pensar que se tiene que dejar la mente en blanco y para los más literales la imagen mental del color blanco. El mundo es un lugar de escándalos, desde el momento en que estamos dentro del vientre de nuestra madre ya tenemos indicios sonoros de lo que el mundo tiene deparado para nosotros, y ya dentro del trance de la vida diaria, aprendemos a ignorar el ruido de un entorno diario, la costumbre suele hacer cosas terribles con la percepción; concentrados en alguna repetitiva actividad, ignoramos el sonido de algún pájaro cantando a lo lejos, algún perro ladrando, del viento pasando a través de las ramas de los árboles chocando con las paredes de nuestras casas, del agua que utilizamos todos los días, puertas, ventanas, y así como aprendemos a ignorar los sonidos de los engranes que funcionan en una civilización, aprendemos también a olvidar el sonido de nuestro propio cuerpo, el simple roce de nuestras piernas y brazos, de nuestros pasos, la respiración, nuestro corazón, nuestros pensamientos.

Los pensamientos viven en el aire.

Es por ello que uno pensaría que hay momentos de increíble silencio en nuestras vidas, la soledad es un concepto sobrestimado, los verdaderos silencios en nuestra realidad solo vienen en los momentos de ausencia, solo después de perder algo somos capaces de desconectarnos completamente de la realidad, solo para sumergirnos abruptamente de nuevo en ella. Perder algo tan simple como un objeto material conlleva un segundo de silencio involuntario al notar que no está más en tus manos, hablando de otras cosas sin embargo, los silencios pueden ser incalculablemente largos, incluso al perder el piso observando un punto inerte, el tiempo parece detenerse también, la vida se divide en cantidades que somos capaces de conceptuar, trabajamos a la velocidad que trabajan nuestros cuerpos y creemos que es la forma en que se debe contar el tiempo;  es curioso pensar que todo se trata de impulsos eléctricos, lucecillas vagando de aquí allá, por la mañana todo parece ocurrir más lento, estar consiente es un estado de constante fastidio, la vida siempre tiene que encontrar algo que hacer; Sin embargo la noche es un poco más compleja, como las alas de una mariposa se mueve rápidamente  y abre y cierra en un sinfín de colores bien proporcionados y caóticos a la vez, incluso la música parece transcurrir de distinta manera, es posible escuchar aquella nota escondida entre el coro y el final, los finales son así, rápidos como la noche, nada más agudo que un acento y después la nada.

Es por ello que existe en éste mundo las personas que parecen haber nacido para vivir en la noche, cuando todos esos sonidos que también están en las mañanas, trabajan anacrónicamente y se hacen perceptibles al librarse de la terrible rutina.

La rutina… Lo de siempre…

No es raro escuchar quejas de lo molesto que es hacer lo mismo todos los días, toda la semana, el mes, el año; Total que hay personas que un día sin importancia se dan cuenta de que han hecho lo mismo toda su vida.

La realidad resulta ser algo decepcionante, no es algo tan fácil de explicar como esperar algo y darse cuenta de que nada de lo que pensabas era así, es algo mucho más complejo y pesado, algo que se arrastra todos los días, paso a paso. Hay personas que resultan afortunadas en el juego de la vida y aunque miserable al menos su historia tiene tintes de ser medianamente interesante, hasta para sufrir se necesita sentirse vivo, y con esto no quiero decir que la desgracia esté nominada a ser algo ansiado por la humanidad, pero en estos tiempos incluso ella se ve afectada por el carácter antipático del “todos los días”, todos los días pasa algo, el mundo se convierte paso a paso en una verdadera cañería en dónde el ser humano tira todo lo que no necesita, todo le hemos convertido en instrumentos desechables, mas allá de las cosas materiales, incluso los sentimientos son instrumentos que utilizamos para lidiar con la sociedad día a día, hay personas a las que incluso se nos ha dicho que hay que aprender a desechar todo aquello que te hace daño y seguir adelante, lo curioso es que no hay manera (a menos que seas supersticioso) de que alguien de diga de manera cierta que es lo que hay adelante, tenemos ésta idea arraigada de que todos hemos venido con un propósito a la vida y que hay un camino que todos tenemos que recorrer (los más optimistas por que no falta quien dice que a parte de recorrerlo también hay que hacerlo). Desde siempre atraída por la existencia de dicho camino, siempre lo he imaginado de un amarillo claro, como del color de los más áridos desiertos, la luz cálida a lo lejos, nada apetecible, es siempre al lugar que te dicen que deberías llegar, y es extraño que no sé si antes de eso o después venga la afamada muerte.

Concebimos la muerte como el final de nuestros días, y siempre la revestimos con un carácter oscuro que representa el misterio de lo que hay detrás de ella, parecemos tan obsesionados con ella como con la simple idea de respirar, pues estar vivos nos permite tener conciencia de que lo estamos y nos provoca cierta inquietud pensar que en algún momento se nos será arrebatado, que seremos de alguna forma abandonados; Sin embargo el simple hecho de dormir conlleva en cierto modo a algo similar a estar muerto, perdemos conciencia de que “estamos” y realmente a no ser por lo soñado, hay noches que pasan como desapercibidas, dormir es una forma de morir, pero no nos percatamos de ello hasta que estamos despiertos, es por ello que el acto de morir sobrelleva obligatoriamente estar vivo, no morimos cuando morimos, morimos cuando estamos vivos, al recuperar conciencia de que lo estamos cada mañana, cada día que irónicamente aunque nublados, siempre vienen acompañados de luz, despertar es de a poco morir. Aquí es donde entra en juego la ilusión de pensar que en algún momento estamos en silencio, por que hay sin embargo una realidad alterna funcionando dentro de nosotros, una que no se puede situar como efecto de una u otra, pues el efecto de soñar, no tiene distancia con las barreras de la realidad, podemos soñar bien estando dormidos o despiertos y en ambos casos sentirse ligero.

Es posible pensar que en la muerte no encontraremos sueños, pero acercándonos al final de cada día, nos atrevemos a soñar, que los tendremos.

Pensamientos, sueños, vivir para morir… Existir.




Gato Negro.

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