Espiral I
Somos mortales, no de la
tierra, no del océano
Somos criaturas del viento.
Es curiosa la forma en que funcionan algunos seres humanos, que desde el
momento en que se levantan parecieran jalar en los movimientos una cuerda
invisible, todos los seres humanos tenemos una manera distinta de funcionar,
algo que se puede ver en algo tan trivial como en la forma de caminar. Sí,
aunque la verdad estemos como ahogados en nuestra propia realidad.
Son esas ideas intangibles lo que le dan un sentido a cada segundo que
vivimos, incluso pensar en dejar la mente en blanco conlleva en primer
instancia pensar que se tiene que dejar la mente en blanco y para los más
literales la imagen mental del color blanco. El mundo es un lugar de
escándalos, desde el momento en que estamos dentro del vientre de nuestra madre
ya tenemos indicios sonoros de lo que el mundo tiene deparado para nosotros, y
ya dentro del trance de la vida diaria, aprendemos a ignorar el ruido de un
entorno diario, la costumbre suele hacer cosas terribles con la percepción; concentrados
en alguna repetitiva actividad, ignoramos el sonido de algún pájaro cantando a
lo lejos, algún perro ladrando, del viento pasando a través de las ramas de los
árboles chocando con las paredes de nuestras casas, del agua que utilizamos
todos los días, puertas, ventanas, y así como aprendemos a ignorar los sonidos
de los engranes que funcionan en una civilización, aprendemos también a olvidar
el sonido de nuestro propio cuerpo, el simple roce de nuestras piernas y brazos,
de nuestros pasos, la respiración, nuestro corazón, nuestros pensamientos.
Los pensamientos viven en el aire.
Es por ello que uno pensaría que hay momentos de increíble silencio en
nuestras vidas, la soledad es un concepto sobrestimado, los verdaderos
silencios en nuestra realidad solo vienen en los momentos de ausencia, solo
después de perder algo somos capaces de desconectarnos completamente de la
realidad, solo para sumergirnos abruptamente de nuevo en ella. Perder algo tan
simple como un objeto material conlleva un segundo de silencio involuntario al
notar que no está más en tus manos, hablando de otras cosas sin embargo, los silencios
pueden ser incalculablemente largos, incluso al perder el piso observando un
punto inerte, el tiempo parece detenerse también, la vida se divide en
cantidades que somos capaces de conceptuar, trabajamos a la velocidad que
trabajan nuestros cuerpos y creemos que es la forma en que se debe contar el
tiempo; es curioso pensar que todo se
trata de impulsos eléctricos, lucecillas vagando de aquí allá, por la mañana
todo parece ocurrir más lento, estar consiente es un estado de constante
fastidio, la vida siempre tiene que encontrar algo que hacer; Sin embargo la
noche es un poco más compleja, como las alas de una mariposa se mueve
rápidamente y abre y cierra en un sinfín
de colores bien proporcionados y caóticos a la vez, incluso la música parece
transcurrir de distinta manera, es posible escuchar aquella nota escondida
entre el coro y el final, los finales son así, rápidos como la noche, nada más
agudo que un acento y después la nada.
Es por ello que existe en éste mundo las personas que parecen haber nacido
para vivir en la noche, cuando todos esos sonidos que también están en las
mañanas, trabajan anacrónicamente y se hacen perceptibles al librarse de la
terrible rutina.
La rutina… Lo de siempre…
No es raro escuchar quejas de lo molesto que es hacer lo mismo todos los
días, toda la semana, el mes, el año; Total que hay personas que un día sin
importancia se dan cuenta de que han hecho lo mismo toda su vida.
La realidad resulta ser algo decepcionante, no es algo tan fácil de
explicar como esperar algo y darse cuenta de que nada de lo que pensabas era
así, es algo mucho más complejo y pesado, algo que se arrastra todos los días,
paso a paso. Hay personas que resultan afortunadas en el juego de la vida y aunque
miserable al menos su historia tiene tintes de ser medianamente interesante,
hasta para sufrir se necesita sentirse vivo, y con esto no quiero decir que la
desgracia esté nominada a ser algo ansiado por la humanidad, pero en estos
tiempos incluso ella se ve afectada por el carácter antipático del “todos los
días”, todos los días pasa algo, el mundo se convierte paso a paso en una
verdadera cañería en dónde el ser humano tira todo lo que no necesita, todo le
hemos convertido en instrumentos desechables, mas allá de las cosas materiales,
incluso los sentimientos son instrumentos que utilizamos para lidiar con la
sociedad día a día, hay personas a las que incluso se nos ha dicho que hay que
aprender a desechar todo aquello que te hace daño y seguir adelante, lo curioso
es que no hay manera (a menos que seas supersticioso) de que alguien de diga de
manera cierta que es lo que hay adelante, tenemos ésta idea arraigada de que
todos hemos venido con un propósito a la vida y que hay un camino que todos
tenemos que recorrer (los más optimistas por que no falta quien dice que a
parte de recorrerlo también hay que hacerlo). Desde siempre atraída por la
existencia de dicho camino, siempre lo he imaginado de un amarillo claro, como
del color de los más áridos desiertos, la luz cálida a lo lejos, nada
apetecible, es siempre al lugar que te dicen que deberías llegar, y es extraño
que no sé si antes de eso o después venga la afamada muerte.
Concebimos la muerte como el final de nuestros días, y siempre la
revestimos con un carácter oscuro que representa el misterio de lo que hay
detrás de ella, parecemos tan obsesionados con ella como con la simple idea de
respirar, pues estar vivos nos permite tener conciencia de que lo estamos y nos
provoca cierta inquietud pensar que en algún momento se nos será arrebatado,
que seremos de alguna forma abandonados; Sin embargo el simple hecho de dormir conlleva
en cierto modo a algo similar a estar muerto, perdemos conciencia de que
“estamos” y realmente a no ser por lo soñado, hay noches que pasan como
desapercibidas, dormir es una forma de morir, pero no nos percatamos de ello
hasta que estamos despiertos, es por ello que el acto de morir sobrelleva
obligatoriamente estar vivo, no morimos cuando morimos, morimos cuando estamos vivos,
al recuperar conciencia de que lo estamos cada mañana, cada día que
irónicamente aunque nublados, siempre vienen acompañados de luz, despertar es
de a poco morir. Aquí es donde entra en juego la ilusión de pensar que en algún
momento estamos en silencio, por que hay sin embargo una realidad alterna
funcionando dentro de nosotros, una que no se puede situar como efecto de una u
otra, pues el efecto de soñar, no tiene distancia con las barreras de la
realidad, podemos soñar bien estando dormidos o despiertos y en ambos casos
sentirse ligero.
Es posible pensar que en la muerte no encontraremos sueños, pero
acercándonos al final de cada día, nos atrevemos a soñar, que los tendremos.
Pensamientos, sueños, vivir para morir… Existir.
Gato Negro.
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