Los placeres de escribir se corresponden exactamente con los
placeres de la lectura; la dicha, la felicidad de una frase es compartida por
escritor y lector: por el escritor satisfecho y el lector agradecido o lo que
es lo mismo, por el artista agradecido a la fuerza desconocida de su espíritu
que le a sugerido una combinación de imágenes, y por el lector artístico a
quien esa combinación satisface. Todo buen lector ha gozado de unos pocos
libros buenos en su vida (…) Sin embargo, nunca pude explicar adecuadamente a
ciertos alumnos de mi clase de literatura las facetas de una buena lectura.
Vladimir Nabokov
El ejercicio de la literatura comprende
una gran diversidad de sensaciones, tan bastas como la misma literatura en sí.
Me sitúo a mí en este momento, sentada
entre montón de vacíos en mi mente, palabras dispersas sin ningún significado
en conjunto, que de pronto se trasforman en el curioso momento, el segundo
antes de comenzar a escribir. Y es como si el segundero súbitamente dejara de
avanzar, como si topara con una barrera invisible que provoca un eco en el
pensamiento, una palabra se vislumbra en la oscuridad, seguida de otra y
después otra más. Todo se torna en un espiral caótico que toma la forma de una
idea. De pasa a ser un movimiento continúo de la mano fijando esas ideas en un
espacio en blanco y lleno de luz.
Describir
el proceso de la creación en conceptos resulta complejo, pero describirlo de
manera literal me parece una injusticia. En una idealización del lenguaje y
bajo varios principios sociológicos y lingüísticos, la transmisión de un
pensamiento lleva englobado no solamente una idea concisa sino un valor
perceptivo de la realidad y de una interpretación que tiene que ver con el
contexto personal.
Aquí encuentro el núcleo del que se
desprenden todas aquellas palabras difusas, parto evocándome a una acción
válida, a uno de los principales ejercicios de la literatura, la lectura, cuya definición
nos dice:
1. f., Acción
de leer. Obra o cosa leída. "Las malas lecturas pervierten el
corazón y el gusto."
2. f. Interpretación del sentido de un texto, que conforma
la cultura o conocimientos de una persona. U. m. en pl.
La primera es una percepción meramente
académica de la lectura, la segunda parece más un juicio que una definición y por
lo tanto desacuerdo, ya que es imposible determinar si la lectura resulta buena
o mala, educativa o no de manera universal. Por supuesto existen preceptos que
delimitan y condenan ciertos tipos de lecturas como poco profundas o vagas,
ideas que se encuentran mal redactadas, hasta contenidos vulgares. Sin embargo
lo que puede parecer absurdo para una persona, puede no parecerlo para otra, todo
viene a colación del contexto en el que
cada individuo se desarrolla.
Como un ejemplo vago y sin afán de
emitir ninguna clase de juicio, acerca de La Feria de J.J. Arreola,
existen cantidad de opiniones que van desde el gusto hasta el aburrimiento. En
mi experiencia juzgo La Feria como una obra de gran contenido
y valor cultural, de la cual reconozco también su valor en cuanto a
procedimientos estilísticos. Aunado a ello, es verdad que exista la posibilidad
de que la obra sea mejor apreciada por un habitante oriundo de Zapotlán el
Grande, que por una persona que no creció entre el ambiente popular de una
típica y pequeña población de México.
Con esto pretendo explicar, que las
experiencias y pensamientos forman a un lector y la percepción de una obra. Para
ello hago un retroceso buscando un precepto que describa la que considero “otra
realidad”. A la que cada lector por supuesto, tiene acceso de manera diferente.
Hace no mucho, leí un pequeño epígrafe
bastante interesante:
“Cuando
las puertas de éste mundo se cierran, existe otra puerta que se abre, el mundo
de los sueños” (CLAMP, 2009)
Pese a la simplicidad que se percibe a
primera vista en la cita anterior, el mero concepto me llama a relacionarlo con
este tema, en el que la definición de sueño viene de la siguiente manera:
1. m. Acto de dormir. De representarse en la fantasía
de alguien, mientras duerme, sucesos o imágenes.
2. Gana de
dormir. Tengo sueño. Me estoy cayendo de sueño.
#. m. Cosa
que carece de realidad o fundamento, y, en especial, proyecto, deseo, esperanza
sin probabilidad de realizarse.
Las definiciones anteriores con sus
respectivas diferencias, mantienen un principio en común, ya que de una u otra
forma hace referencia a entrar en un nivel diferente al consiente. Para la
frase anterior, esa pérdida de conciencia “real” se extiende más allá de un
simple proceso fisiológico, por tanto evocando a la tarea de la lectura creo
que se trata también de una especie de perdida de la conciencia del mundo que
nos rodea. Relaciono este “cierre” de la realidad con la perdida de la conciencia
exterior, en el que un “yo” ensimismado se evoca y concentra en un solo punto
de atención, una realidad que puede ser torcida y manipulada por el autor — y en algunos
casos por el mismo lector — Precisamente, un mundo de
sueños.
La realidad en dónde nos desarrollamos
como individuos tangibles, parece muy extensa, sin embargo como lector, este
mundo puede sentirse realmente limitado. Los seres humanos estamos limitados
por nuestros cuerpos, nuestra percepción del mundo está limitada a lo que
conocemos, pero en esta realidad de la que hablo, se alterna aquello que
conocemos y se extiende para poder trasgredir las barreras de lo trivial, y nos
permite ampliar la percepción y el conocimiento que tenemos sobre la realidad...
“…No creo
que percibamos nada por separado: percibimos un cúmulo de información, de
referencias, de estímulos, que no son individuales en la realidad ni podemos
caer en el error de separarlos, pero sólo de ésta manera podremos encontrar sus
conexiones. Yo no he conocido otro modo de análisis: distinguimos la
información para después volver a un mundo armado, completo y total. Sé que la
realidad es completa, grande, integrada, y nuestra manera de percibir también
es así; si distingo es porque quiero salir, para volver a entrar.”
(Leopoldo
Novoa, 2003, pág. 54.)
Continuará....
A.I. Mendoza Seda
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