Alatum



"Cantan los pájaros, cantan
sin saber lo que cantan
todo su entendimiento es su garganta."

Octavio Paz

miércoles, 6 de julio de 2016

La realidad del Lector. Parte 3. -Realidad y Mito.

“El problema de México es aún más grave que en otros países, porque en un 90 por ciento las librerías no entran dentro de la categoría deseable de “buenas librerías generales” sino simplemente dentro de la otra: “pequeñas librerías generales”, y algunas no tan generales, aunque si pequeñas, la mayor parte de cuyos fondos se reduce a libros de texto” (Argüelles, 2003, pág. 182)

        El reflejo de una sociedad no lectora en México salta a la luz, como una sociedad que no conoce más que lo se le dice es una sociedad fácilmente manipulada e indefensa, ya que no cuentan con toda la información del propio entorno en el que viven. Somos sujetos únicamente bajo los preceptos de la educación en casa y en la escuela, que también resulta deficiente, cuando al educar no se procura cultivar de forma profunda, sino solamente con datos y conocimientos que al final quedan volando en el aire, mientras que la naturaleza en la necesidad de adquirir conocimientos, queda perdida en una especie de hoyo negro que pocos logran rescatar.

        Pienso que antes de enfocarnos en una estrategia efectiva para la promoción de la lectura, se debe cambiar en un principio la imagen icónica y estereotipada del lector a manera de alejar la concepción meramente académica y arcaica de su percepción. Tal como Argüelles argumenta en el siguiente fragmento:

“La escuela se ha empeñado en meter en cintura, mediante la recompensa y el castigo de la calificación, el ejercicio libre azaroso y aún anárquico de la lectura, cuando lo hay (y, cuando no lo hay, ha establecido su obligatoriedad, nunca desprendida, por supuesto, de las evaluaciones). Lo que ha conseguido con ello no son lectores, sino estudiantes que, en su necesidad de aprobar la materia de español o de literatura, se aplican y se esfuerzan en afirmar lo que el maestro y la escuela quieren oír, para después obtener una buena nota abandonar por completo aquello que les significó negarse, restarse, despersonalizarse; es decir, se despegan de los libros y la lectura, que tantas mortificaciones les dieron(Argüelles, 2003, pág. 69)

Enfocarnos en los primeros estratos de la educación es fundamental, sin embargo no es posible un verdadero progreso si los mismos impartidores no creen o peor aún, no tienen una concepción realista de la lectura y la esencia de su funcionalidad.

“Tener mucha información y no saber qué hacer con ella (porque, entre otras cosas, solo información no basta) es uno de los más elevados precios que pagan quienes no leen libros formativos pero piensan, con ingenua arrogancia, que tampoco necesitan hacerlo porque tienen toda la “documentación” que, para no ignorar nada del mundo, les ofrecen los “medios”. Esto es lo que se ha denominado “la relación trivial con lo real”, es decir, el “estar informados” y, como paradoja, desconocer la realidad social del medio al que se pertenece y tener un absoluto desconocimiento de uno mismo” (Argüelles, 2003, pág. 81)


        A lo largo de mi experiencia evadir cualquier clase de categorización y discriminación es casi imposible; los individuos tienen una extraña obsesión por ordenar todo, así los estereotipos se hacen presentes en todos lados, no solo de país en país, o región en región, sino que incluso en un grupo reducido, llámese cinco o tres personas, éstos estereotipos salen a cuentas. Probablemente no de manera interna, pero si externa, con las personas que ven de manera panorámica la convivencia y comportamiento de un grupo de personas. Dicho esto, si nos centramos en el contexto “no-lector” nacional que existe, el grupo de lectores pasa de ser algo reducido a algo "raro", especialmente entre gente joven cuya mayoría prefiere pasar el tiempo de cualquier otra manera que inmóvil leyendo un libro. 

        Sin embargo la promoción y enunciación casi obsesiva de difundir la lectura, han mitificado el acto mismo de leer, como si se tratase de la ejecución de algún arte de alta complejidad, lo cual a su vez frena e intimida a los “no-lectores” a interesarse en la lectura. Resultado de ello, parece ser que no se sienten lo suficientemente capaces de afrontarla. Si a esto sumamos, a los diferentes catedráticos de la lectura, los cuales por medio de la prensa y los mismos académicos son presentados casi como “momias del saber” y estos mismos a veces en su discurso parecen adjudicarse el papel de profetas, el temor se hace más grande, y el rechazo aumenta aún más. Caso de Juan José Arreola antes mencionado al cual muchas personas, incluso estudiantes de literatura, tienen miedo de leer debido a que se ha hecho fama de jugador intelectual. Su obra solo puede ser “verdaderamente” apreciada por lo que parece un selecto grupo de gente que tuvo que leer la mitad de una biblioteca para entenderlo, y es esto un obstáculo también, el pregonar que la lectura debe siempre por definición llevar a un conocimiento consistente y la idea de que todo lo que está impreso tiene una finalidad y una razón, cuando en realidad, el sentido que le otorguemos a algo leído, varía tanto del contexto del lector hasta como del momento en que es leído. Toda concepción tiene un principio básico de validación, que es la subjetividad, con la que se maneja una simple crítica o una opinión. No estamos hablando de una ciencia exacta, la literatura es todo menos una serie de preceptos inamovibles, es basta y compleja o tan simple como lo es la misma naturaleza del ser humano.


         “Creer que el solo hecho de leer los ciudadanos se vuelven superiores es una forma muy barata de la fe en las herramientas que ha inventado el propio género humano para consentir su vanidad y, con ello, su intolerancia” (Argüelles, 2003, pág. 113)


A.I. Mendoza Seda.


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