Diego Torres de Villarroel, nació en
Salamanca y fue bautizado el 18 de junio de 1694. De temperamento díscolo y
travieso, durante la facultad tendió a meterse en peleas y robar a otros
compañeros, ganándose así el apodo de Piel de Diablo...
En su vida se convirtió en una especie
de ermitaño, con cantidad de oficios que seguramente aprendió y aplicó a manera
de poder sobrevivir. Las experiencias de su vida aventurera le bastaron para
años después, al sentar cabeza, ayudaran a su gran imaginación, a dar rienda
suelta a sus pensamientos y plasmarlos en papel de forma maravillosa.
El duende, es una de esas tantas
obras en las que Villarroel se interesó por plasmar lo que vivió y es que tal
como parece, este personaje era una especie de camaleón, como el mismo Russell
P. Sebold lo dijo, que Villarroel era de un carácter bifronte, debido
a sus numerosos contrastes y oposiciones entre su conformismo burgués y su
desprecio por lo bohemio.
Dentro de su trabajo, existe una
especie de tercera conciencia, con esto me refiero, que hay en la mayoría de
los casos un mensaje oculto al lector; lo que realmente importa no es lo que
pasa, si no como pasa y a quien le pasa.
Sus propios pensamientos son víctimas
de los que mueven los hilos de su creación, al mostrarse escéptico e incapaz de
idealizar un futuro basado en los principios bohemios, eligió un personaje
mítico, no solamente en su obra, sino en su vida misma, se deslizó por
ambas vertientes del conocimiento; lo mundano y lo científico.
El repertorio temático se
dice fue inspirado por Quevedo, ya que marca un estilo conceptista pero menos
pesimista. Para mi la obra de Villarroel, no es exactamente comparable con la
de Quevedo, ya que considero la oscuridad que remarca a Quevedo, mientras
que El duende, si bien maneja la medida del misterio, es
suficientemente clara y brillante en la narración, además de dinámica y fresca
como para distinguirse. Más que llevarme a una vieja casona en donde están
sucediendo cosas extrañas, me transporta a un lugar en donde, el tono y el
ambiente, me dice que no hay nada de lo cual deba temer.
Es posible, a mi punto de
vista que Villarroel, haya logrado este tipo de creación en su coqueteo con las
corrientes antes mencionadas. Por una parte conocía los secretos y mañas de lo
irreal, y también conocía la ciencia, podía jugar con ambas a retozar con
los pensamientos e ideas de contradiciéndolas unas con otras y haciendo con
esto, una obra cuyo peso literario no reside en el ambiente o en la escritura,
sino en el trasfondo y contexto en el que trascurren, enviando con esto un
mensaje a la sociedad en que pasó sus días.
Muestra gran interés por las
obras de lo humano y también por lo divino e inexplicable, crea personajes extraños,
de naturaleza mágica, relacionándolos con experiencias personales.
Diego Villarroel
era un escritor profesional. Para él, la literatura lejos de ser una fuente de
escape o arte, era un objeto rentable, ya que sus obras tuvieron un éxito
bastante aceptable durante su época. Me hace pensar que era cuidadoso y sensato
al momento de escoger las temáticas de aquel tiempo, utilizaba la estrategia de
lo desconocido para atrapar y atraer a mentes en una época en donde la mayoría
de las distracciones estaban encaminadas a prácticas sociales diurnas, llenas
de extravagantes conversaciones, de lo que era fuera de lo común. Que mejor
para estar fuera de lo común, que las criaturas míticas que utilizaba en cada
una de sus narraciones.
Torres tenia el orgullo de
haber pertenecido a su época. Tenía un fuerte sentido realista, pero su postura
escéptica no se veía involucrada dentro de las imágenes y narraciones de sus
historias. A diferencia de muchos escritores de su época era un ser social,
cuya necesidad de tener a un bufón o alguien que entretuviera sus banquetes o
pláticas superfluas le molestaba pero a su vez, sabía sacarle provecho,
enviando, dentro de sus obras, retratos de éstas personas, ridiculizándolas, disfrazándolas
con una historia extraordinaria cuyo transformo les era imposible comprender.
Para él la vida fue, un jugar
de contradicciones, unas puestas frente a otras, producto de su mente atareada
e hiperactiva. No sufrió ningún aquejamiento religioso o personal, fue un
hombre mundano, que sabia que la risa era tan necesaria en la vida diaria, como
las personas que supieran sacarle algún provecho.
Bibliografía.
A. Robert Lauer.
(12 de diciembre de 2006). faculty-staff. Recuperado el 2010 de
noviembre de 21, de http://faculty-staff.ou.edu:
http://faculty-staff.ou.edu/L/A-Robert.R.Lauer-1/BIBVillarroel.html
Villarroel, D. T. (2009). El duende. Salamanca: Linkgua ediciones
S.L.
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