Alatum



"Cantan los pájaros, cantan
sin saber lo que cantan
todo su entendimiento es su garganta."

Octavio Paz

lunes, 4 de abril de 2016

La lluvia fría en marzo


Contemplamos con asombro una fría lluvia en marzo, unos cuantos se alegran pues comenzaba el calor a sofocarnos, otros tantos reniegan pues levantarse tan temprano con esos aires como copos complica el hecho de dejar los “ponchos”. Disfrutar el aire frío que agrieta la cara, que reseca las manos; disfrutar dormir abrazados sin separarnos, ver  un blanco cubriendo la montaña y pensar que apenas estaba dejando ir un fino polvo volcánico. No es malo contemplarlo pero, me parece irrisorio el hecho de que ese asombro sea tan efímero, pues obviamos que el evento procede de una negligencia de tanto tiempo atrás.

Lluvia en marzo, “que tiempo tan loco”, “prefiero el frío”, “no se secará la ropa” tantos comentarios tan vacios. De la risa pasé al plano de la preocupación, y es que hace poco una güera alemana me hizo ver un hábito muy de nosotros, esta comodidad que no dejamos ni el día que nos juntamos a comer y a beber. “Plastiqueros” dijo. Mientras asimilaba tan atinado adjetivo nos contemple como generadores de basura innecesaria, basura que tardará más en esta tierra que mis descendientes más cercanos y yo. Pensar que mi materia es efímera y un plástico  es casi eterno.

Esa güera con asombro me decía: “no comprendo cómo es que si existen platos que se reúsan ustedes usan desechable, qué trabajo tendrá citarse para verse y cargar un plato y un vaso para comer;  por qué si el taquero usa plato reusable lo reviste con una bolsa, no entiendo esa maña de tirar el agua regando el cemento” yo me quedé en silencio, solo montando escenarios de esas atrocidades al ambiente, eso que nos parece tan normal, tan bien hecho. La güera tenía razón, esos llamados de la tierra, que con mayor constancia nos hace parecen gritos sofocados. ¿Cómo podemos modificar este hábito  si somos imperceptibles a lo más esencial?  Cómo pedirle a la gente que deje la sordera si somos evasores de niños quemados, de estudiantes desaparecidos de pueblos perdidos. No escuchamos nada, inmersos estamos en la indolencia de creernos eternos, de no volver la cara al lado para vernos desaparecer.


¡Qué valemadrismo fracturar hasta el núcleo de la tierra para solventar esta absurda comodidad! Exprimámosla para saciar la ambición de unos cuantos ¡Qué tristeza! Que la lluvia en marzo no sea una voz alta que nos invite a la reflexión, qué frustración pensar que las estaciones parecen extraviadas… 



Julieta Oliva Cuevas

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