Alatum



"Cantan los pájaros, cantan
sin saber lo que cantan
todo su entendimiento es su garganta."

Octavio Paz

martes, 29 de marzo de 2016

Llanto...

Quiero llorar, porque me da la gana.

Federico García Lorca

        Conocemos el acto de llorar como la acción de derramar lágrimas. Y tan trivial como es este suceso, no lo es tanto las razones por las cuales el ser humano llora.

        Darwin afirmaba que el llanto era una reacción fisiológica que existía como para llamar la atención, como los gatos cuando maúllan, los perros aúllan o los becerros mugen en busca de su madre. Era de esperarse por supuesto, que el hombre que vio la evolución de un simio a un ser reflexivo, vería la vía natural para que el llanto existiese con un propósito específico.

        Por otra parte, los sistemas comunicativos del hombre como especie son complicados, palabras escritas y dichas pueden comunicar inconformidad o felicidad, y aunque se afirma que la mayoría de nuestra comunicación ocurre de manera no verbal, tratamos, por todos los medios a veces inútilmente de dialogar.

        Para mí, la naturaleza por si misma ha hecho su trabajo. Sin preguntar a nuestro intelecto, es firme. Aun cuan sofisticados puedan volverse los canales de comunicación, la expresión y el detalle que buscan los ojos, siempre será elemento importante. Una palabra sin intención, para nosotros no vale nada.

        Estamos conectados de manera intrínseca con el instinto, aun cuando podamos describir y tratar de entender el llanto, desde la medicina hipocrática hasta las teorías psicológicas recientes, existe el elemento impalpable, que relaciona el acto de llorar con la emoción.

        Y es que escribir el acto del llanto es una cosa, pero de manera íntima todo ser humano puede entender su forma precisa. Y no como aquellos niños insufribles que fingen hacerlo en pos de un capricho, sino por esos momentos, en los que el mundo se convierte en un elemento ausente, flotante y de pronto sentimos nuestra existencia volcada en un suceso. El aire se vuelve pesado y la cavidad del pecho se contrae en un espasmo doloroso, uno que ensordece el mundo, que le cierra las puertas a la luz y deja brotar de nuestros ojos el agua que tan salada es al gusto y a la sensación. 

        A menudo me pregunto, si como esos seres unicelulares, nuestra conciencia arrastró algo de ese principio básico en nuestra evolución, llevando el agua de los mares con nosotros aun después de abandonarla hace tantos siglos. Tal vez el llanto sea eso, un retroceso a ese útero que nos dio la vida, que nos hace regresar corriendo a su regazo, cuando sentimos que no podemos lidiar con lo que existe en esta vida. Porque también cuando sentimos aquella enorme alegría y ese descanso llega a nuestro cuerpo después de desear tanto algo, también agradecemos a nuestra madre, por darnos la vida.


        Describir el fenómeno del llanto, por ser la única especie que lo hace, puede ser complicado, pero vivirlo es uno de los aspectos elementales que nos hace humanos.




A.I.Mendoza Seda

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