Entre la trivialidad de los fines de
semana, a manera de pasar un tiempo, decidimos probar adquirir una película en
renta en formato online. Entre las opciones claro, relativamente recientes,
saltó a nuestra vista La Cumbre Escarlata, película que en su
momento quisimos ir a ver a las salas de cine y que por cuestiones de logística
nos fue imposible.
Con el recuerdo latente, me dispongo a
soltar algunos pensamientos que quedaron en mí, de esos ecos que siempre permanecen
algunos días en nuestra cabeza.
Hablando someramente de la trama, está
inspirada en el siglo XIX, escrita por el mismo director —Guillermo
del Toro— y es a grandes rasgos un filme inspirado en
esas novelas e historias de terror clásicas, aquellas que abundaban en los
tiempos del penny dreadfull. Cautivadora y simple, el
argumento se desarrolla en base a la existencia de fantasmas, de esos seres
plasmáticos que tan pocas personas —y a la vez tantas— dicen
ver. Edith Cushing, es la protagonista; una joven
escritora que entre su inocencia y pasión por este tipo de historias, conoce a
sir Thomas Sharpe y a su hermana Lady Lucille, quedando prendada del primero.
Así entre giros un tanto violentos, Edith se descubre sola en el mundo y con la
decisión de contraer nupcias con Sir Thomas, decide aferrarse a la idea de una
nueva familia en Cumbria en una mansión situada en la región montañosa de
Inglaterra. Allí se encuentra un depósito natural de arcilla, que con la
llegada del invierno, suele teñir la nieve de color rojo, siendo llamado popularmente
como La Cumbre Escarlata y de donde
el filme toma su nombre.
En otras
cuestiones, pese a los errores en la ejecución de el guión, meramente en el aspecto
práctico, además de la preciosa fotografía, —cautivadora de ver— y la historia
de terror clásica y sin mayores complicaciones, hay otro aspecto de la película
que resalta en mis memorias como algo agradable y a la vez inquietante. Si bien
como he mencionado el argumento es sencillo, incluso predecible, el desarrollo de
los personajes resulta interesante, abordando un aspecto que en aras de centrar
el misticismo de la obra resulta velado. La necesidad de amor…
Entre los tres
protagonistas, es una característica convergente, un eje que se mueve con pequeños
guiños de una niñez tormentosa y solitaria, hasta el simple hecho de ver todo
perdido y aferrarse a la idea de un nuevo comienzo. La necesidad de amor entre
los tres personajes, es lo que termina siendo motivo de desgracia para cada uno
de ellos, y aun cuando desde el punto de vista moral, el amor entre estas tres
personas resulte enfermizo, es verdad que en el devenir humano, las situaciones
adversas, nos convierten en seres adversos también.
No todo es, lo que parece ser.
Englobando todo desde un punto de vista satelital y aun cuan
reprobables sean los actos, la motivación que existe para estos personajes, es
un reflejo, de la vulnerabilidad humana. De la psique transformándose en algo
malévolo, en donde los opuestos trabajan de forma intrínseca, mostrándonos, que
aquello que es horrible a nuestros ojos, a nuestra percepción humana, puede ser
solamente inentendible. Y que aquello que percibimos dulce e inocente, muchas
veces puede ser motivo de la más temible corrupción.
A.I. Mendoza Seda
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