Las largas
caminatas siempre traen pensamientos, recuerdos, imágenes, además de los largos
tramos a bordo de un autobús. Sin embargo en nuestras cavilaciones, los
eslabones están sueltos, son pequeñas cadenas que unimos aquí y allá sin llegar
a ningún punto concreto. Cuando trato de racionalizar este proceso, de darle
orden, siempre viene a mí, uno de los libros más complicados —en cuestiones de apreciación— que
he leído.
Auiteuil
Francia vio nacer a Marcel Proust un 10 de Julio de 1871. Quien fue conocido mayormente,
por la colección de siete novelas tituladas En
busca del tiempo perdido. Aquí mi honestidad debe aparecer aceptando
que solo he podido —hasta ahora— enfrentar una sola de sus lecturas. Por
los caminos de Swann es el título de la primera parte de la colección.
¿Pero cual
es la especialidad de este libro? Pues bien, como mencioné antes, su interés se
centra en la forma en la que está escrito. Podría ser uno de los ejercicios
intelectuales más impresionantes que he visto. La historia transcurre a través
de una asociación de recuerdos del narrador, recuerdos que se remontan desde la
infancia del mismo. Aquí, justo al principio de la obra, se incluye la famosa
“secuencia de la madalena” en la cual, el autor moja uno de éstos bizcochos en
un té, que inmediatamente lo lleva a un retroceso visualizándose a sí mismo
haciendo la misma acción cuando niño. Con esa simpleza viene el caos.
Sentirse abrumado por la cantidad de
ideas contenidas dentro del libro, es algo normal, ya que se trata de un estilo
muy particular. Es por la sucesión de ideas sin aparente descanso, al igual que
como funciona naturalmente el pensamiento humano. Proust parece haber
descubierto la forma de emularlo de manera continua de tal forma, que
la idea encontrada al inicio de una página, no colinda con la que se encontrará
al final de la misma. Funciona de la misma forma en que pensamos en cualquier
momento de soledad, las ideas vienen y van, se presentan en un desorden, uno al
que solamente puede darle sentido el mismo que lo conceptúa.
Con una
conjunción de ideas tan intrincada, es fácil rendirse si se trata de hacer una
lectura competitiva. Sin embargo encontrándose atrapado por la prosa de autor,
teniendo un poco de desfachatez y sinceridad, al leer con menor intención,
parece ser un método más fácil de asimilar la lectura. Sin embargo ¿existirá
realmente una manera correcta de leer la obra? Creo que la forma de percepción
del lector al recorrer la primera página lo dirá, porque finalmente nos
estamos refiriendo a una “literatura de los sentidos”, a las concepciones de
lector a lector que deberían variar en consecuencia al contexto propio del
mismo. Aunque la historia narrada por supuesto contiene una linealidad
lógica, que no puede ser cambiada, la interpretación y experiencia que se tenga
al leerla si puede ser diferente. Por tanto Proust en este libro, ha logrado
crear algo que sobrepasa las barreras de las asociaciones hechas a los
diferentes eventos trascurridos, evocando a diferentes sensaciones y recuerdos
del receptor.
La
verdadera grandeza de la obra de Proust, no solamente logra tocar con destreza
una forma de pensamiento oculta, también posee una forma que es capaz de
cernir estas ideas y darles un aparente orden, haciendo una descripción tan
sublime, que es capaz de trasportar a la realidad plasmada.
El estilo
poético del escritor es una destreza que debe ser resaltada, pues además de los
procedimientos anteriores, se encuentra la forma en que viene relatada la
historia. Los pensamientos del narrador trascurren de una forma poco común,
tanto que es fácil para el lector, llegado a cierto punto pensar hacía sí mismo
“No es posible pensar así”... A menos claro que se encuentre uno muy inspirado
en aquellos momentos. Hay una majestuosidad del lenguaje que oculta la simpleza
de los asuntos triviales, distrayéndonos, dejándonos únicamente con la
sensación impresa en una metáfora o en una descripción real de los hechos y de
la manera en que son percibidos.
Englobando
el libro como una obra en conjunto con los demás volúmenes, es fácil
enjuiciarlo dentro de una alta categoría y con esto no me refiero a un status adquirido
por el lector, sino a una literatura entre cuyas capacidades está, la de
resaltar los propios sentimientos y pensamiento del ser ajeno.
A.I. Mendoza Seda
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