Alatum



"Cantan los pájaros, cantan
sin saber lo que cantan
todo su entendimiento es su garganta."

Octavio Paz

martes, 8 de marzo de 2016

El hombre de los recuerdos... Marcel Proust.

        Las largas caminatas siempre traen pensamientos, recuerdos, imágenes, además de los largos tramos a bordo de un autobús. Sin embargo en nuestras cavilaciones, los eslabones están sueltos, son pequeñas cadenas que unimos aquí y allá sin llegar a ningún punto concreto. Cuando trato de racionalizar este proceso, de darle orden, siempre viene a mí, uno de los libros más complicados en cuestiones de apreciación que he leído. 

        Auiteuil Francia vio nacer a Marcel Proust un 10 de Julio de 1871. Quien fue conocido mayormente, por la colección de siete novelas tituladas En busca del tiempo perdido. Aquí mi honestidad debe aparecer aceptando que solo he podido hasta ahora enfrentar una sola de sus lecturas. Por los caminos de Swann es el título de la primera parte de la colección.

       ¿Pero cual es la especialidad de este libro? Pues bien, como mencioné antes, su interés se centra en la forma en la que está escrito. Podría ser uno de los ejercicios intelectuales más impresionantes que he visto. La historia transcurre a través de una asociación de recuerdos del narrador, recuerdos que se remontan desde la infancia del mismo. Aquí, justo al principio de la obra, se incluye la famosa “secuencia de la madalena” en la cual, el autor moja uno de éstos bizcochos en un té, que inmediatamente lo lleva a un retroceso visualizándose a sí mismo haciendo la misma acción cuando niño. Con esa simpleza viene el caos.

        Sentirse abrumado por la cantidad de ideas contenidas dentro del libro, es algo normal, ya que se trata de un estilo muy particular. Es por la sucesión de ideas sin aparente descanso, al igual que como funciona naturalmente el pensamiento humano. Proust parece haber descubierto la forma de emularlo de manera continua de tal forma, que la idea encontrada al inicio de una página, no colinda con la que se encontrará al final de la misma. Funciona de la misma forma en que pensamos en cualquier momento de soledad, las ideas vienen y van, se presentan en un desorden, uno al que solamente puede darle sentido el mismo que lo conceptúa.

        Con una conjunción de ideas tan intrincada, es fácil rendirse si se trata de hacer una lectura competitiva. Sin embargo encontrándose atrapado por la prosa de autor, teniendo un poco de desfachatez y sinceridad, al leer con menor intención, parece ser un método más fácil de asimilar la lectura. Sin embargo ¿existirá realmente una manera correcta de leer la obra? Creo que la forma de percepción del lector al  recorrer la primera página lo dirá, porque finalmente nos estamos refiriendo a una “literatura de los sentidos”, a las concepciones de lector a lector que deberían variar en consecuencia al contexto propio del mismo. Aunque la historia narrada por supuesto contiene una linealidad lógica, que no puede ser cambiada, la interpretación y experiencia que se tenga al leerla si puede ser diferente. Por tanto Proust en este libro, ha logrado crear algo que sobrepasa las barreras de las asociaciones hechas a los diferentes eventos trascurridos, evocando a diferentes sensaciones y recuerdos del receptor.

        La verdadera grandeza de la obra de Proust, no solamente logra tocar con destreza una forma de pensamiento oculta, también posee una forma  que es capaz de cernir estas ideas y darles un aparente orden, haciendo una descripción tan sublime, que es capaz de trasportar a la realidad plasmada.

        El estilo poético del escritor es una destreza que debe ser resaltada, pues además de los procedimientos anteriores, se encuentra la forma en que viene relatada la historia. Los pensamientos del narrador trascurren de una forma poco común, tanto que es fácil para el lector, llegado a cierto punto pensar hacía sí mismo “No es posible pensar así”... A menos claro que se encuentre uno muy inspirado en aquellos momentos. Hay una majestuosidad del lenguaje que oculta la simpleza de los asuntos triviales, distrayéndonos, dejándonos únicamente con la sensación impresa en una metáfora o en una descripción real de los hechos y de la manera en que son percibidos.


        Englobando el libro como una obra en conjunto con los demás volúmenes, es fácil enjuiciarlo dentro de una alta categoría y con esto no me refiero a un status adquirido por el lector, sino a una literatura entre cuyas capacidades está, la de resaltar los propios sentimientos y pensamiento del ser ajeno.

A.I. Mendoza Seda




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