Rara vez nos detenemos a pensar en esas
leyes que rigen nuestra existencia de forma abstracta. Hay cosas indispensables
en lo que conocemos como realidad, tan básicas que indagar en ellas es tarea de
necios. En el devenir de
las cosas, los opuestos siempre trabajan juntos, creando un equilibrio delicado
entre el bien y el mal. La racionalidad del hombre por ejemplo, lo ha llevado a
buscar la forma en que está constituido el universo, a buscar la materia de las
galaxias y allí descubrió que todos somos polvo de estrellas.
Estamos en el centro de algo que no
entendemos de forma absoluta y en ese andar como los recién nacidos, tenemos
que decidir si escogemos racionalizar nuestra vida como única o esperar que
haya algo después de ella. Todo tiene que ver con una cuestión de personalidad,
de escoger entre comernos el mundo ahora, o guardarlo en espera de algo mejor.
Casi de todo se puede hacer una metáfora.
Inesperadamente, así como la tierra esta en el pensamiento fantástico entre el
paraíso y el infierno, podríamos asemejar que el pensamiento del hombre se
encuentra plasmado en ese orden. Nos movemos constantemente entre el bien y el
mal, temiendo uno, odiando al otro. Encontramos que la línea que divide a
ambos, a veces es difícil de encontrar.
Tenemos la capacidad de experimentar
los más absurdos límites de nuestra mente, amando fervientemente, odiando
también. El ser humano puede sentir cuantas cosas desee en el mundo, sin ser
capaz de comprender el concepto absoluto, siempre en ese equilibrio que se
balancea. Constantemente errante anda por su vida y pronto comprendemos que
jamás seremos completamente libres.
Nosotros mismos nos hemos atado de
manos, en espera de retener a esa bestia llamada intelecto. Existen límites que
no podemos cruzar, tenemos miedo más que otra cosa, al caos. Seguir una moral y una norma es parte del
comportamiento social requerido, muchas veces somos forzados a aprender cosas que
se nos imponen como necesarias, a seguir reglas necesarias. El ser humano está
lejos del estado de naturalidad en el que nació, alejado de las cuestiones
materiales, guiado únicamente por el instinto.
Como
raza, el ser humano es violento y tendencioso, actuar con alevosía es solo un
reflejo de la inteligencia que poseemos. Mentir y matar se encuentran dentro de
las decisiones más prácticas que podemos tomar.
Somos
prisioneros de lo que nos ha dicho que es el mundo, de lo que se nos ha
impuesto y de una fábrica de conocimiento que todos debemos aprender en masa.
Sin embargo la naturaleza caótica del hombre lo ha hecho necesario.
Tal vez somos controlados. Pero es necesario.
Las pequeñas cosas, como hablar de
cierta forma se convierten en pequeños engranes que hacen funcionar una
sociedad que trabaja en conjunto, que se mueve a través de fuerzas de
pensamiento opuestas, de deseos y restricciones, de luchas y pasividad. Es tan
basto que no puede comprenderse, el concepto bajo el que hemos sido creados, si
es que en verdad fuimos creados y el propósito para el que existimos. Si es que
hay un propósito. Qué tan grande en verdad será la bastedad del universo.
¿Cómo comprender algo tan gigantesco como la infinidad?
Cómo
describir algo que no tiene límites, con un adjetivo de cantidad…
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