Curioso pensar en la iridiscencia del polvo. En esas
partículas pequeñas flotando ligeras a la brisa de un soplo. Giran sobre si a contra luz. Como la
historia, se revuelve buscando verdades.
¿Qué anécdotas extrañas nos traería el polvo? ¿De qué se
compone cada una de las partículas del polvo? Ese fino talco de piel de humanos
y otras cosas invisibles. Qué vestigios encontraríamos en sus memorias, qué
tristezas vienen en esa partícula que se desprendió de una herida, de una
lagrima seca. Qué alegrías encontraríamos en esa que se desprendió de un oso de
felpa, de un cabello moviéndose libre al viento. Cuántos sueños se construyeron sobre esas que están en los libros, de las que se quedaron
atrapadas en los cimientos de una casa, en un baúl, en un cajón.
Al polvo iremos todos…
Estado de la materia infértil y elocuente.
Invade sin tregua las superficies planas. Se asienta
lentamente y convierte todo en su casa, incluso esas rendijas pequeñas, las grietas, los dobleces difícilmente visibles. Se posa y guarda
historias y trae historias. Una partícula de mar y bosques, de gente ajena, que termina en mis manos, en un trapo como mugre y se acumula sin poder librarnos de él. Se aferra, se viste de gris, acecha, nos recuerda
siempre que pasa el tiempo y no importa cuando intentemos alejarnos, nos
encuentra. Cómo nos encuentra la vida misma, pues es el polvo testigo mismo de
eso y es eso, el despojo que deja a su paso…
Polvo somos…
A.I. Mendoza Seda
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