Alatum



"Cantan los pájaros, cantan
sin saber lo que cantan
todo su entendimiento es su garganta."

Octavio Paz

martes, 9 de mayo de 2017

Bienvenido a la jungla de asfalto…

A través de los días, en mi estancia en el que será mi nuevo hogar durante los próximos meses, tal vez años, las circunstancias de la vida diaria, de la vida cotidiana en una gran urbe, han en definitiva cautivado mi razón y me han ofrecido ciertas perspectivas y análisis de lo que se vive en los recorridos grises y verdes pálidos de una gran ciudad.

Y es que, cómo no causar una avalancha de pensamientos, cuándo tu mente se enfrenta al vaivén ligero y a la vez pesado de una ciudad. No es que desconozca el ritmo de una gran urbe, pero tenía ya mucho tiempo que no lo vivía como lo he hecho en los últimos días, en los cuales, la ciudad me ha dado una prueba de los pecados que como sociedad llevamos cargando, y a la vez no lo niego el atractivo de ellos.


De las primeras cosas que me vienen a la mente, es en definitiva la palabra “perspectiva”,  el como algunos kilómetros pueden parecer docenas cuando la palabra tráfico atraviesa tus pensamientos. Dios mio— es increíble como un lugar tan pequeño puede volverse tan grande, como es, darse cuenta que mientras que en ciertas partes conviven diez personas, aquí conviven mil… y es que en verdad en algunos de mis traslados parezco desafiar las leyes de la física, aquí la ley que dicta que un cuerpo no puede ocupar el mismo espacio que otro, parece no aplicar, si no me creen, pregúntele a cualquier persona que tenga que llegar a abordar un camión sobre una avenida, obviamente desbordada por caballos de cuatro ruedas, uno que aparece completamente atiborrado, en donde apenas bajan cinco y suben diez, lo miro y no lo creo, parece un espectáculo y algo de que reírse hasta que tú eres uno de esos diez que tiene que subir. Lo mismo pasa en el gusano que la traviesa a plena vista o por debajo de la tierra, gente corriendo, desesperada por ser devorada por ese gran animal, y  ya dentro, se siente como si de verdad lo fuera en horas pico, carne con carne y esa incomoda sensación de sentir un cuerpo con una temperatura corporal tan alta que no la entiendes…

El ajetreo es parte de la vida en estos lugares, que son todo un monumento al capitalismo desbordado, estas ciudades ofrecen un choque de realidad magistral, algo digno de análisis, algo que es tan asombroso que sus protagonistas parecen ni siquiera saber que actúan en éste teatro de concreto, ¡damas y caballeros! les presento al vago y al empresario… al desamparado y a la chica con bolsas de alguna lujosa boutique.  Aquí encuentras extremos uno casi encima del otro, pero tal cual líneas paralelas parecen jamás destinadas a tocarse, uno lo mira con imaginación, con anhelo, el otro ni quiere mirarlo, es como un afán de mantener su vista lejos de esa realidad, como si fuera contagiosa, después de todo, aquellos libros que nos enseñan cómo alcanzar el éxito nos dicen que no pensemos en pobreza, no es así. Sin embargo puedo entender que es por los ojos, por la vista que nace el amor o el desamor, la confianza o la falta de ella, tanto oímos de asaltos y robos que cualquier realidad desamparada que se nos acerque nos hace de inmediato tomar precauciones y encender nuestro sistema de alerta, no vaya a ser… Y entonces comenzamos a crear realidades, suposiciones, que nos alejan de la única verdad viable y tangible, aquel que camina sin zapatos o con el bosquejo de ellos es también un ser humano, un hombre y punto, lo demás, sin tratarlo y conocerlo, solo está dentro de nuestras cabezas…

Pero el espectáculo apenas comienza, porque no se trata de subir y bajar de camiones, o de mirar opuestos casi juntos, sino comenzarlo todo a ver de manera cotidiana y comenzar a hundirse en esa realidad, y comenzar a ver matices distintos en ella, porque sobre lo alto de lo gris de los edificios, un atardecer llama mi atención y los colores se presentan para mi diversión, las luces de las tiendas se vuelven interesantes y en los aparadores  encuentro un extraño confort, me emociona la posibilidad, la actividad de intercambiar mi tiempo por materias, mi vida por cosas que animan mi emociones, y no lo niego, es adictivo el proceso, y solo eso, me hace sentir un tipo de emoción por el ajetreo, por esas golosinas que alimentan mi ego, vale la pena empeñar mi tiempo y mi vida… ¿ o no?...

La verdad es que en este tipo de manchas grises que se extienden sobre el planeta, el tiempo pasa casi inadvertido, un día es enero y todo comienza, pero entre la productividad y la distracción, miras el calendario y ya es mayo, parpadeas y es julio, más de la mitad de un año se ha ido en reportes y facturas, en tragos y despilfarros, en ahorro y aspiraciones que satisfacen nuestra ambición.

Ahora bien, mas allá de entender que estos sitios son para en cierto modo dejar de ver lo básico para la felicidad, la irrefutable verdad es que a partir de su folclor y ritmo de día, son el perfecto escenario para que las ideas traspasen el plano imaginario y se conviertan en realidad, pues ofrecen diversidad, opciones, opiniones, distintos caminos, y  la posibilidad de trascender es más fácilmente concebida y recreada en ambientes como el que éste lugar ofrece… Al caminar por sus calles a través de la arquitectura de una casa, de una bella avenida o de un gigante de acero, la inspiración golpea a la puerta, pues existe algún tipo de magia que nace de andar por tan diversos paisajes, por semejante diversidad, y si eres un tanto abierto de mente, por la variedad de interpretaciones y realidades de un mismo lugar.

No cabe duda que este tipo de sitios son una constante paradoja, donde conviven soledades y amores, triunfos y derrotas, pobrezas y riquezas, una metáfora viviente de lo que en sí, puede ser la vida, un conjunto de sensaciones y momentos que hacen una constante en el tiempo, no cabe duda que son lugares de amplias interpretaciones, de tentaciones y superficialidades, pero a la vez de encuentros que pueden acompañarte toda una vida…


Víctor J. Mendoza Seda



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