A veces solo hace falta poco, una
palabra de aliento, una ojeada al mundo, a ese lugar que existe detrás de la
ventana, en la rivera de el ocio y la inseguridad. Hay un miedo invasivo en
todo, vivir es difícil, y es solo eso. Vivir en un cuerpo humano, vivir con una
mente activa, consiente de que es, de que será, de que fue.
Arrastro
recuerdos y añoranzas.
De
días pasados, y nostalgias que todavía no pasan.
La
soledad se vierte en una cuchara, es un veneno, o una medicina que se toma
todos los días; así, en ayunas, cuando el silencio de la madrugada domina, se sienta
en un trono en el horizonte lejano, se corona con el sol, una sensación de no
tener nada y tener todo. Confuso, incierto, molesto.
¿Qué
se supone que debemos ser?
Lo
que se espera...
Lo
que se quiere...
Nada.
Somos
seres que respiran, que viven encerrados, en un lugar que no entendemos, que
convertimos en ecuaciones y teorías, de vacíos y grandes explosiones, de
genios, de arte y guerra.
Estamos
aquí para morir.
Estamos
aquí...
Ya estamos de pie...
Ahora
qué...
Gato Negro
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