Hoy día quiero dejar un poco
ese lado nudoso de mi mente, tomar un respiro, hacer las pases con todo, darme
el lujo de gastar mis ahorros, esos que voy guardando una vez al
mes.
He querido tomar un
descanso de tanto drama, sin poder realmente hacerlo porque la actividad humana
es dramática, descriptiva, cansada y egocéntrica. Al ser
humano solo le gusta hablar del ser humano y aun cuando hable de animales los
hace humanos y el problema siempre es él.
Saltar de una idea a otra es
complicado cuando no estamos acostumbrados a ir a ciertas direcciones, por
ejemplo atrás, de forma consiente y percibir de forma cruda un crecimiento. Los
recuerdos son truncos, nuestras ideas se mezclan en años y edades,
vamos de unas palabras a un juguete y a momentos memorables. Es vergonzoso cuando se llega a cierta edad, pendiente de las cosas que
hicimos, de las desventuras, los errores, y de esas mentiras que dijimos, de las
etapas que se ven reflejadas en otras mentes.
Hay personas que ahora
tienen esa edad en la que algún día mimadamente le grite a mi madre “¡no me
entiendes!” en el que dije estupideces y también las hice. Esos días en los que cosas pequeñas se hacían grandes, en los que secretamente los vestigios de nuestra niñez hacían estragos; temerosos los escondíamos bajo una mascara de madurez impertinente.
Regresar a esos años
de amistades absurdas y efímeras es gracioso, de palabras burdas,
de chismes babosos. No se puede decir que éramos
más o menos felices, porque si creíamos que lo éramos es irrelevante. Bien o
mal, no conocíamos nada mejor ni peor. Lo que fue, ya fue y lo que es ahora
pasa y pasará mañana.
Ahora, moverse al futuro es
otra cosa, en la hipótesis de que viviremos para hacer cosas. La angustia
llega pensando en eso que no queremos dejar a
medias. La línea del tiempo es oblonga, saturada de importancias ingenuas,
nuestra existencia la marcará el tiempo, las cosas que dejamos atrás, el amor
que nos merecemos y el que no.
Ganamos y perdemos cosas.
Somos un reloj de arena. Solo pensamos, de pronto salimos y no reconocemos nuestras manos, nuestros pies. Sabemos que somos
humanos, que nacimos humanos y es extraño.
A.I. Mendoza Seda
esta de lujo!!
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