Buscando la
palabra del artículo de hoy, me puse a observar a Miranda, mi sobrina de dos
años. Ella trataba de abrir un frasco que algún día contuvo mayonesa. El frasco
guardaba aretes y pulseras viejas, Miranda estaba segura que no debía abrirlo,
pero al ver que yo no la reprimía lo destapó, comenzó a sacar todo lo que iban
encontrando sus pequeñas manos, el sonido de las joyas rozando el cristal del
frasco provocó en ella una risa. Esa risa me pareció expresada desde un lugar
inconsciente. Estiró sus labios, los dientes diminutos se alinearon, sus ojos
se expandieron tratando de atrapar el descubrimiento, sus pestañas tambalearon
resistiéndose al vuelo. Sí, volar, porque cuando una risa nos invade es porque
algo dentro y fuera de nosotros se desata del suelo, emerge de la materia para
volverse etéreo. Nos despegamos de la raíz para quedar inflados, flotando en la
inmensidad de la nada. La risa nos desactiva de la historia universal y
personal, del día, del sol, de la cordura, de la quietud, de la postura recta.
La risa nos hace quebrar el aire, el sonido, las hondas del agua y más que nada
la sincronía del guión. Existen tantos tipos de risa como tipos de lágrimas y
como tales, la mayoría nace de la espontaneidad.
Tipos de risa. Existen risas incomprendidas,
esas que son la invasión de una razón personal, las que te hacen parecer un loco.
Generalmente si hay alguien a tu lado, de seguro te preguntará de qué ríes, al responder sea probable que no le vea
la gracia. Existe la risa de paz, esa que te llega sin ninguna causa, sin
ninguna imagen, es una sensación casi invisible. De repente ríes y no sabes el por qué. Por un instante tu espíritu y el
universo se encuentran cuajados, giran a un mismo ritmo.
La risa malvada. Es aquella que la producen los
villanos, el lado obscuro que todos poseemos. Nos la otorga la porción de
maldad que nos complementa, que gusta del horror, del quiebre, del caos, de la
muerte. Es una risa cínica tal como la del Joker.
Resulta imposible olvidar la risa de Heath Ledger o de Jack Nicholson interpretando este papel
en las películas de Batman, la risita siniestra de Alex de La naranja mecánica o al
mismo Jack Nicholson en El resplandor.
Risas que emergen de una reveladora vereda humana que algún día nos levantará
del suelo. Otro tipo de risa similar a la anterior es la burlona, en mayoría
provocada por las desgracias de otros o de nosotros mismos, ya sea por una
condición social, física, de estilo. Un
momento torpe o por una acción inesperada etc.
La risa dopada. Es, quizá, la más original, la
más uteriana, la madre de todas las risas porque nace de la naturaleza absurda,
de la subjetividad inconsciente y desinhibida. Cuando invade este tipo de risa puede
ser que el espectador, comience a burlarse de la persona que se esté riendo
dopado. La risa dopada es un inmaculado estado en el que cualquier minúsculo
detalle la puede activar: una luz, un tono, una hormiga, un color.
La risa hipócrita. Es un tipo de
risa necesaria pero no tan satisfactoria, la impostamos en nuestro rostro para
aparentar que estamos riendo de la circunstancia, ya sea para agradar o para
ignorar lo que somos y lo que nos rodea. Este tipo es pariente cercano de la
risa falsa, obligamos a los labios para que se expandan, pellizcamos nuestra
garganta para que omita alguna clase de sonido. Lo que sea entregamos como
risa. La causa de este tipo puede ser cualquiera, hasta el aburrimiento, el resultado al final es
aparentar algo aunque no lo sintamos.
La risa triste. Es la que emitimos sin ánimo, la dejamos libre, tenemos que deshacernos de
ella, ya sea para llorar o para parar de hacerlo. Estamos allí sintiendo la
tristeza que nos espumea en la sangre y entonces aventamos una risilla
desganada, sincera. La risa triste sin duda es un pataleo para tratar de
levantarnos del suelo. La risa invisible es la que no se ve, la que explota en
el interior, la mirada puede delatar
algunos de sus síntomas, es una risa que aunque no se note se disfruta y se
siente intensamente.
La risa carcajada. Mi risa favorita, aquella que nos convierte en
mostros, nos pierde. Todos los tipos de risa ya mencionados son propensos a
caer en sus garras. Es una risa que trasforma, hace mutar el cuerpo y el alma.
Reír a carcajadas es agarrar vuelo, volar y cacaraquear, sacudirnos, es ponerle
el pie al tiempo para que se caiga. Con este tipo de risa llego al final de
este artículo, me arriesgo a afirmar que
la risa no es sinónimo de felicidad, es una señal de sentir la vida, de saber
tronar. Al reír reconocemos que podemos volar, sabemos alejarnos de todo y de
todos, sabernos reducirnos a nada, a un simple sonido, a una mueca destartalada
o minúscula. Por eso celebro la risa, cualquier tipo, hasta aquella que nada
más parece, como la de los perros cuando están jadeando. Celebro reír porque
reír es sinónimo de libertad.
Trompa de Mosca
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