Hace unos meses un
amigo me habló de la nada. Cuando era niño, comenzó a contarme, vi la película La historia sin fin, el conflicto era
que la nada invadiría el planeta Fantasía, entonces pensé una y otra vez, qué
es la nada, cómo es, cómo invade, cuál es su forma, su color, no podía
comprender lo abstracto de aquella palabra, tampoco era capaz de recrear su
forma física. Mi amigo agregó que desde entonces, jamás ha encontrado la
respuesta a alguna de sus preguntas. Por mi parte no olvidé aquella plática y
tampoco sus cuestiones, qué es la nada, cuál es su forma, si te invade, cómo lo
hace. A veces cierro los ojos y trato de imaginarla materialmente, espesa,
gaseosa, trasparente, sin embargo he caído a la conclusión que si tuviera
alguna de esas formas ya no sería la nada, sería algo.
Buscando un tema para escribir este artículo, me encontré
con la nada nuevamente. Estuve gran parte del día repensando diversas palabras
que pudieran convertirse en algún tema, pero al final los eliminaba porque no
me parecían lo suficiente importantes, entonces me dije, no tengo nada para
escribir. Recordé la plática con mi
amigo, analicé la palabra desde otras perspectivas que no había tomado en
cuenta, desde cierta simplicidad. Así fue como obtuve la siguiente definición:
la nada no existe, no es nada, pero si invade, es un hueco que toma la forma de
lo que no es.
Comencé a desarrollar esta idea, hasta entender que
existen dos tipos de nadas. La nada se puede formar o nunca haber existido, es
decir puedes perder algo o nunca haberlo tenido. Existe la nada que nunca ha
existido y la nada que se forma a través de algo que sí existió, pero ya no
existe. La primera es algo que nunca está y nunca ha estado, no existe, no se
compra, ni se vende, ni se da, ni se siente. No es aire, ni color, ni sabor, ni
dolor, no es un recuerdo. Al segundo tipo de nada la nombré la nada ausente, porque se crea a través de
lo que ha existido pero deja de ocupar ese lugar por medio de la inexistencia.
Esta nada comparte casi las mismas
características de la primera, varia en algunas cosas. A esta nada la forma la
ausencia, es decir, algo había, pero ya no es, ya no está, ya no existe, es el
vacio el que le da forma. Esto me hizo pensar en la muerte, cuando alguien
cercano muere nos damos cuenta que éste tipo de nada empieza a invadir las
longitudes de su no existencia, las vivencias primordialmente, luego los
recuerdos, su calor, su olor, su tacto, su voz, su mirada, poco a poco deja de
existir y la nada ocupa su lugar. Cualquier cosa que perdamos y desaparezca dejando un hueco, es la nada ausente la que abarca su lugar.
Cuando
nos enfrentamos a la nada ausente tocamos la nada en su forma
tangible, pues es representada por el sentimiento de ausencia. Es ésta nada la
que en ocasiones nos provoca llorar como
a Sebastián en La historia sin fin cuando
la nada invade el planeta Fantasía. Lloramos porque perdemos, porque nuestra
porción de soledad se esponja, porque cada partícula que había formado un algo desaparece, porque desde que
nacemos traemos un ombligo integrado para tener algo que nos una a otro algo.
La metáfora de La historia sin fin es muy clara, la
nada es parte de la renovación, de los ciclos, sirve para reinventarnos, para
darle la vuelta a la hoja y más que nada para aprender a crear. Después de
diversas conclusiones entiendo la importancia de la nada; la nada es algo
verdadero aunque su sentido sea abstracto, sin la nada no existiría lo que no
existe y por tanto, no existirían las lágrimas puras que se derraman al sentir su
hueco en el rincón más profundo de nuestra esencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario