Azorín, cuyo nombre completo es José
Martínez Ruíz, Nace en Monóvar Alicante un 8 de Junio de 1873 y muere en Madrid
el 2 de marzo de 1967, ya conocido por sus facetas de novelista, ensayista y
crítico literario.
Como una de las figuras más importantes
de la generación del 98, Azorín centra su literatura en la visualización de
España de manera conjunta y no de manera individualista, como parte de un
movimiento renovador modernista.
Dentro de Las confesiones de un
pequeño filósofo, se pueden distinguir ciertas apreciaciones desde un
punto de vista particular, pero que narran de manera global, una trivialidad de
eventos que forman parte de la normalidad de las cavilaciones de un estudiante
promedio.
Se percibe una narración que trascurre
de manera lenta, que logra la ilusión de un pensamiento que va acorde con la
descripción del lugar en dónde se escribe el libro. Los aspectos descriptivos
se presentan de manera detallada, con un vocabulario simple. Existe una amplia
gama de imágenes no metaforizadas, que nos conduce a una especie de voz mental,
que nos permite ver y hasta cierto punto sentir la percepción del mundo a
través de los ojos del narrador.
Se encuentran descritos en la obra,
distintos pasajes que de una u otra manera resultaban importantes en la vida
del protagonista, de cuyos eventos rutinarios evocaba a su capacidad reflexiva.
Las percepciones que en aquellos momentos ocurren dentro de la mente del
narrador, parecen colindar con la inocencia y la ignorancia de la niñez,
recalcando en la necedad adulta de hacer entrar en un infante ideas
doctrinarias que no le son de su incumbencia, ni importancia en aquellos
momentos de su vida. Recalcándolo todo en la vertiente de un conocimiento
obligado e incomprensible.
Creo que la intención del autor con la
obra, fue retratar de manera general todos los aspectos que se centraban en la
realidad de Yecla como provincia y como escenario del desenvolvimiento normal
de una persona promedio; exaltando con esto, elementos tradicionalistas y una
verdadera esencia que trasforma el estado natural del pensamiento humano; de cómo
incluso en un lugar recóndito, son impuestos los aspectos que exige la sociedad
moderna.
Aunque no
llegan a una profundidad incisiva, como vemos en narraciones de éste tipo,
como En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, en
cuyo primer tomo Por los caminos de Swann, hace una descripción
exhaustiva que evoca no solamente elementos físicos del ambiente, sino personales
del autor, o en el caso de Las Tribulaciones del estudiante Törless en cuyas
reflexiones están centradas niveles de la naturaleza humana mucho mas
complejas. Aquí Azorín juega con los elementos reflexivos de un estudiante
promedio que pese a su capacidad perceptiva, no escapa de los parámetros de la
normalidad. Creo que de aquí viene a relucir el sentido profundo del título de
la obra, que refleja la verdadera esencia de un escenario común y de un
personaje con la profundidad cautivante de una persona que vive inmerso en su
realidad.
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