Alatum



"Cantan los pájaros, cantan
sin saber lo que cantan
todo su entendimiento es su garganta."

Octavio Paz

miércoles, 3 de febrero de 2016

Naturaleza


Hace unos días estuve en el nevado, respiré el aire helado que perfumaba desde la brecha para llegar a él, observé los pinos que contenían, al contrario de los  comunes, unas hojas diminutas tan perfectas y luminosas que parecían de terciopelo, las capas de la tierra, aquel tiempo acumulado que marca la profundidad del suelo con colores y formas diversas, el hielo, el hielo que comí y troné con los dientes para saborear la sima. No conocía el hielo, así que vino a mi memoria el inicio de Cien años de soledad “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde en que su padre lo llevo a conocer el hielo.” yo también habría de recordar la primera vez que mi hermano me llevo a conocer el hielo. Lo que más me impresionó del paisaje fue  la montaña, el pico rocoso salpicado de manchas blancas, la fuerza de su pureza, conocer y sentir algo que nunca antes había visto de tan cerca. En el camino de regreso fui oliendo el bosque, el suelo repleto de corteza, escuché el silencio donde los pinos, las hojas, la tierra y los animales escondidos guardan sus secretos, secretos que se dan a través de la naturaleza. Entonces pensé en la naturaleza más allá de un paisaje, lo micro y lo macro, la naturaleza dentro y fuera del cuerpo, la que se olvida día tras días, generación tras generación.

 Hace algún tiempo mi papá me contó que salieron en una revista fotografías de la Tierra tomadas desde ángulos no comunes,  cuando él las vio, se preguntó cómo era posible que pudiéramos vivir en un planeta que se visualiza tan crudo, duro, áspero, inhóspito, incierto,  amorfo. En aquel momento pensó que era nuestro planeta, un planeta de humanos, llegó a la conclusión que el lugar donde habitamos refleja nuestra naturaleza. En pocas palabras somos feroces, amorfos, rocosos, ásperos, es nuestro origen. Tras haber escuchado la experiencia de mi papá seguí pensando en esto, desde entonces cada vez que veo una imagen de la tierra tomada desde el espacio, la típica imagen que muestra un planeta perfectamente redondo, azul, con territorios apacibles dibujados como un lienzo de acuarelas, pienso que hemos tratado de olvidar nuestra naturaleza, nos gusta maquillarla, ocultarla. Tendemos a observar el mundo de lejos, de muy lejos, nunca de cerca, porque de cerca da miedo, de cerca nos damos cuenta que el mundo es una circunferencia con brotes y bordes por todos lados, de cerca nos asusta ver que somos capaces de sobrevivir dentro de esa masa amorfa llamada planeta Tierra. Es lo mismo que sucede al ver los bichos, los espermas, las bacterias, en un microscopio, nos enfrentamos a la naturaleza cruda, extraña. Hemos dedicado cientos de años en tapar la naturaleza, alejarla para que no nos toque, sin saber que  somos naturales y nacemos de ella, a pesar de revestimos, de cerrar los ojos y los poros, no hay existe dentro y fuera del mundo algo que no sea natural, algo que no provenga de nosotros.


            Al mirar la vida como es y no como se quiere ver, encontramos la naturaleza bella e impura, y en esto como dije anteriormente, no sólo respecto a lo que nos rodea, sino a lo que somos, tanto lo visible como lo invisible. Tal vez nos asustemos porque la costumbre hace al maestro, y nosotros somos maestros del  revestimiento. Probablemente nos daría vueltas la cabeza tratando de encontrar cómo es que sobrevivirnos con tanta fuerza acumulada, con la grandeza que nace de la supervivencia, de la tierra, de sus capas, de su ruido, de sus climas que comen poco a poco la piel, de los frutos, de los árboles que desintegran su vida para darnos aliento, de los animales que se comen unos a otros y después son digeridos por nuestros estómagos, y en resumen nos quedaríamos perplejos y asombrados. Tal vez nos desmayemos al ver que somos igual de amorfos que el planeta que habitamos, pero seguramente cuando despertemos comenzaremos a reír al descubrir que la única gracia de nuestra existencia, es sin duda la imperfección natural. 


Trompa de Mosca

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