Alatum



"Cantan los pájaros, cantan
sin saber lo que cantan
todo su entendimiento es su garganta."

Octavio Paz

lunes, 1 de febrero de 2016

Pandora


La luz de la taberna es una hora más roja hasta llegar a la media noche.

Caminan como si tuvieran los pies descalzos, con una facilidad torpe, que las mantienen derechas, rígidas y tambaleantes, al igual que sus carnes enjutas en aquellos tubos de telas brillantes, que fungen como vestidos. 

Ríen descaradamente; otras más calladas, como si estuvieran vendiendo joyería, se acercan discretamente al oído de los clientes susurrando seguramente alguna cifra. Todas iguales, con sus respectivos rostros.

De entre la multitud de muñecas mal pintadas, destaca la solicitada chica de cabellos negros, lacios, tan parejos que parecen estar matemáticamente distendidos. Su sonrisa blanca, los ojos pardos y grandes como un par de ciruelas brillantes bajo la calurosa luz carmín, tiene puesto uno de sus tantos vestidos negros, dejando ver toda la longitud de sus piernas blancas hasta los tacones obscenamente altos; sonríe, irónicamente tímida, como si ante los halagos sobrados de sus posibles clientes no supiera que responder. A veces parece que no piensa en nada, se queda distante mirando el espejo detrás del aparador, contemplando su reflejo cortado entre paneles de botellas de alcohol, como si el objeto de su amor fuese sí misma, solo así…  Interrumpida solamente, por la voz de algún borracho, al que simplemente le permite tocarla.

Cuantas veces imaginé sentir el tacto caliente de tus piernas a través de tantas manos, cinco, diez; en las expresiones de tu rostro, en tu garganta. En la intimidad que guardas descuidadamente se encuentra la esperanza para aquel que te toca en las noches de insomnio y hastío, y para los que te miran de lejos, una caja que guarda las desventuras y tragedias del mundo; cuantas veces has sido primera, cuantas veces has sido última, cuantas veces rescatada, cuantas veces encerrada; eres alivio y pesadumbre, mía y de todos querida, despreciada, Pandora…

Algunas veces he cruzado miradas con ella, absorta simplemente me sonríe y a veces incluso, parece que quiere me acerque. Finalmente, una noche tras varias copas de valor, lo hice, como un pequeño felino cazando una lagartija, sin que se diera cuenta estuve a solo un metro de ella… Error fatal, salí aquella noche de la taberna deseando borrar la imagen cercana de su presencia.

Es horrible cuando la miras de cerca, sus cabellos parecen arrancados por la fuerza de algún viejo maniquí, de un almacén que cerró desde los años 50´s, son tiesos y secos como la textura de su piel rugosa y amoratada; sus pestañas hartas de plastas se fruncen hacia todas direcciones, haciendo parecer que sus ojos están torcidos uno contra el otro. Descubrí que uno de sus ojos siempre está mirando hacia dónde no debería mirar, sus labios resecos y despellejados apenas son cubiertos por el ridículo tono magenta que tanto se esmera en recargar, cuyo lápiz labial seguramente repasa tantas veces en la noche, que supongo debe gastar uno a la semana…. Muñeca maltrecha, usada y tirada; se levanta embadurnada de la apestosa baba de los vejetes, que  la compran por unas horas y después parecen arrepentirse de la adquisición.

Si, Pandora eres horrible cuando estás cerca, sin embargo no fue aquella imagen vulgar lo que me hizo salir huyendo aquella noche, sino la marca inexorable que vi trazada en tu espalda, la prueba de que soy la presa que el destino ha engordado para ti… A través del absurdo escote de la espalda de Pandora, una explosión de estrellas dibujan un camino extraño, en el que mis ojos expertos se perdieron, marcas negras, negras estrellas, pequeños puntos tan cercanos y lejanos se colocaban en todas direcciones; los más intensos, justo como las estrellas que marcan las constelaciones...

Allí estaban, tantos puntos marcando la imagen de una constelación, allí estaban Deneb Algedi, Nashira, Armus, Alshat, Pasan y Gliese 785, acompañada de todas sus hermanas, ¿Cómo escapar de semejante presagio?

Esa noche no pude dormir imaginando y tratando de desarmar aquella constelación de su espalada, imaginando que era mentira, que yo regido por Saturno estuve mirando la luna de manera tan descuidada… Pretendí nunca haberla visto, conocido; pero el hedor a cigarro en su cuerpo y ese perfume barato venían a mi mente cada vez que pasaba un café, cada vez que subía a un autobús, ¿Cómo no recordarte Pandora?

Hoy regresé de nuevo, de nuevo me encuentro mirando a tan pequeño, hermoso y deforme satélite, no puedo alejarte Pandora, tu tampoco puedes huir de la fuerza de gravedad…



Gato Negro


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