Alatum



"Cantan los pájaros, cantan
sin saber lo que cantan
todo su entendimiento es su garganta."

Octavio Paz

martes, 2 de febrero de 2016

El verdadero legado de Madame Bovary.


“Madame Bovary soy yo”

Gustave Flaubert

        Publicada en 1856, muchas veces escuchamos el nombre de la afamada Madame Bovary, como una de las piezas magistrales del escritor Gustave Flaubert y su herencia como novela representativa del naturalismo.

        Escandalosa en su momento por ser considerada ofensivamente dedicada a la vergüenza pública y moral, a la religión y si es justo decirlo, favorecida por ello, nos trae a cuenta la historia de una joven, Emma, quien en la flor de su vida consigue llamar la atención de Charles Bovary, con quien cree por fin vendrá la puerta hacia la realización de sus aspiraciones y delirios de grandeza, su destino de vivir plena e intensamente como lo había leído tantas veces en aquellas novelas románticas.

        Ubicada en el ambiente burgués del siglo XIX, Flaubert abre una puerta entre el romanticismo y el realismo, en lo que parece ser la historia de un personaje romántico situado en el mundo real. Con esta novela intentaba reflejar la vida aburrida de la burguesía a través del adulterio y aunque su propio autor la confirmó como una creación literaria pura, existe la posibilidad de que la historia tal cual, haya estado inspirada en la vida de Delphine Delamare, cuyos escándalos fueron conocidos por todo Rouen. 

        Como lector tradicional, podríamos preguntarnos si en verdad todos estos datos y demás genialidades expuestas importan en la esencia de la obra misma. Particularmente creo que no. Y es que leyéndola desde un punto de vista académico, podremos encontrar numerosas comparaciones contextuales de literatura a literatura, como de realidad a fantasía, y si es verdad que el trabajo del escritor es inventar mentiras, ¿por qué habríamos de preocuparnos por indagar en los hechos que utilizó para envolvernos en ellas?.

         Recuerdo que hace algunos años, al comenzar a leer Madame Bovary, uno puede notar inmediatamente la naturalidad del fluir de las palabras, que si bien como buen lector se tiene que saber, que en la traducción cabe cierta infidelidad hacia la musicalidad original, el desenvolvimiento de las palabras y de las ideas mismas, llevan a sumergirse inmediatamente en una historia y a la presentación del primer personaje, Charles Bovary, que llama mi atención desde un principio, porque desde el momento insípido en que hace acto de presencia, uno puede darse cuenta por su actitud pazguata que será un personaje que brillará por su ausencia. 

        Contrario entonces, la luz parece rodear a Emma desde el momento en que hace su aparición a los ojos del cansado Charles, que incluso en su apatía es deslumbrado por esta pequeña criatura campesina, inocente y llena de ilusiones. Es aquí donde la problemática extiende su trampa develando lo que vendrá de éste idilio. Emma encuentra en su rutina un aburrimiento y una opresión que le impiden volar tal cual pajarillo de campo que es, es así como por el amor a su lectura y a su naturaleza, sale en busca de algo que le haga sentirse viva.

        Encuentro una relación aquí con un libro mas que conocido, Don Quijote de la Mancha, cuyo protagonista Don Quijote, también es víctima de las aventuras que lee, en donde encuentra la emoción que no logra en su vida normal y busca a toda costa cambiar su realidad aun a pesar de lo que signifique y de la locura que desate en el delirio. Es así el delirio que Emma presenta, cuando busca encontrar en aquellas fantasías su propio vivir. La diferencia entre ambos personajes viene a relucir cuando al contrario de Don Quijote que vierte sus fantasías en su contexto, intentando cambiarlo, Emma intenta cambiarlo tratando de encontrar sus fantasías en una realidad que no tiene cambio.

        Fungirán entonces valores morales que entran en disputa con su posición como esposa, que no se ve comprometida con su primer amor León, quien despierta en ella su propia pasión por la vida misma. En dicha relación ella obtiene una especie de adicción por la sensación del peligro, la cual encuentra posteriormente en un hombre que prestará su atención de forma segura; Rodolphe Boulanger, cuya pasión se describe de tal forma que es imposible pensar en los aires de renovación que vienen a aliviar el corazón aburrido de la pobre Emma, quien al final se da cuenta, de mala manera, que pasiones así, con hombres así, no deben ser tomados a la ligera.

        Enfermar cada vez que su corazón se siente agraviado, es una muestra de la pura sensibilidad del personaje ante la cruda realidad, cuyo imponente muro, no puede ser vencido simplemente con el poder de los deseos o de las aspiraciones. Uno puede sentirse fácilmente identificado con el personaje, hasta el punto de amarlo u odiarlo, porque al final Emma es una mujer que espera vivir en un mundo perfecto, es una mujer sumamente ingenua, que topa hasta en lo insufrible por su constante inconformismo con una vida que por mas que quiera, no puede ofrecerle mas.

        Al final, entregada a la marea turbulenta creada por si misma, tanto emocional como terrenal; la realidad la obliga a buscar la libertad añorada en la única certeza que tenemos en la vida. 

        Irónicamente y pensado de forma cruel, Madame Bovary, tiene tintes de una crueldad casi risible, es como un comediante que busca obtener lo deseado y en el intento siempre se encuentra un chubasco. Emma, es éste actor mudo que en búsqueda de la afamada felicidad encuentra no mas que un torrente de situaciones que se salen de sus manos.

        Ciertamente, la historia es cruel, pero extrañamente liberadora. Solo hay que pensar en ella como un espejo de la verdad, del rostro del ser humano como mortal y como ser de necesidad. Sí, Madame Bovary  es cruda, no solamente por los hechos, también por lla psicología lógica que desarrollan los personajes, que bien por aburrimiento o por ilusiones, terminan creando castillos en el aire, cegándose a lo que irremediablemente tenía que pasar. Nos trae también, la imagen de la mujer que sintiéndose abandonada, se refugia en la inmoralidad de llamar la atención de alguien ajeno a su casa. La mujer que mira por la ventana en busca de una libertad que hace mucho tiempo perdió, en busca del amor y la felicidad; y ni que decir del hombre despreocupado que al vivir y saciar todo lo que en la vida pudo. Nos entrega la imagen del hombre que ya no es fascinado por nada ni siquiera por la tragedia y por el contrario, los soñadores que se dejan cautivar hasta por el olor de las flores y se embarcan en vertiginosos sentimientos que sienten como una aventura y al final se dan cuenta, de que dicha travesía o bien termina por aburrirlos o toma rumbos que no esperaban.


        Madame Bovary, no es una historia de enseñanza, Bovary es una historia de realidad humana, de lo que puede pasar cuando se unen las personas equivocadas en el lugar equivocado, de lo simple que trabaja el destino solo con girar la vista en un instante o escuchar una palabra en el momento preciso. La verdadera sorpresa es descubrir que extrañamente las situaciones forzadas de esta manera, en nuestra realidad, existen un poco en cada esquina y que incluso frenados por una educación moral, no acontecen a la luz, pero lo hacen en una oscuridad no literal, en un interior conceptual, en donde los impulsos, el patetismo y ensoñación de nosotros mismos, trabaja en el génesis del pensamiento y da vestigios de su existencia de vez en cuando, en el mundo real.




A.I. Mendoza Seda

Bibliografía.

Flaubert, G. (2009). Madame Bovary. Madrid : Catedra.

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