"Ganar no es lo más importante, es lo único
importante".
-Vince Lombardi
El drama de la NFL. Uno solo se
levantará sobre los demás, con el firme pensamiento en su mente y en su
corazón… “yo, soy el campeón”.
Sentimientos encontrados nacen en
aquellos que siguen de cerca el controversial deporte. La espera por descubrir
el rostro del vencedor se lleva en cada minuto y la tristeza de saber que serán
los últimos partidos, llega cuando todo se perfila en su punto cumbre. Hay una nostalgia
temprana por todo aquello que se vivió a lo largo de la temporada, del usual
drama, toda la conglomeración de esperanza y desesperación, de frustración y
alegría.
Podríamos rastrear los inicios del
fútbol americano solo con verlo detenidamente, como un deporte que surgió del
deseo de competitividad entre los hombres, del deseo de ganarlo todo, a
cualquier precio. Es un deporte en donde la testosterona se hace presente en la
forma materializada de un golpe de un grito y una batalla. Un deporte en donde
no se puede guardar nada, en donde el físico y la mente son desafiados a
mantenerse en pie pese al dolor y la angustia, pese a la rabia y algunas veces,
pese a estar en las puertas de la victoria.
Es
imposible no ver a estos hombres, como una evolución en la necesidad de
conflicto, que existe en la naturaleza humana. A mis ojos y a los de
muchos, en verdad son como gladiadores modernos, arriesgando su salud, su
cuerpo y su honor en aras de conseguir la gloria. Rodeados de gritos e
insultos, salen al emparrillado a darlo todo, a saber que tal vez será el día
en que les toque romperse un hueso, el día en que quedarán tirados sin sentir
nada del cuello para abajo, pero sabiendo también que tal vez, puede ser el día
en que su nombre pasará a las páginas de una historia tan extensa, conformada
por hombres que hicieron algo que parecía imposible, tan extraordinario que
cuando miles y miles de personas lo vieron a lo largo del mundo, todos,
tuvieron algo que decir.
Desde antes de la temporada y de cada
partido, los equipos forman sus estrategias. Cada uno de ellos puede ser
reconocido por un rostro, una personalidad, una forma de luchar; con las
estrellas que bajaron del cielo y que brillan en cada una de las jugadas que
hacen, aquellos que están probando una oportunidad para reclamar al mundo con
el firme pensamiento "no estoy acabado aún". Desde el
primer partido, desde el primer día hay algo que decir, algo que ver, algo que
criticar y algo que aplaudir. Elegimos un equipo o ya lo tenemos, encontramos
en ellos algo de nosotros mismos y nos volcamos allí, luchando a su lado,
pujando por un día más, por una batalla más. Al momento de una derrota, algunos
más críticos se molestan, maldicen, deseando poder meter sus manos, hacer lo
que en su mente les dice que debería pasar. Algunos otros, se conduelen,
demuestran un apoyo incondicional simplemente esperando ver mejores momentos.
Es
gracioso, como tantas personas deciden reflejar sus vidas en algo tan ajeno, en
un desfogue de emociones que va desde la histeria hasta el llanto. De alguna
forma estos hombres, tienen algo que logra llegar a nuestros corazones, que nos
inspira en nuestra vida diaria. Es un microcosmos, de todas las mentes que se
vuelcan en ese instante, cuando dos fuerzas se encuentran y el resultado de
esas vidas se decide en una llamada, en un momento de suerte, en lo que hicimos
bien o mal y en aquello que merecemos.
Podemos amar y admirar tanto a algunos,
como odiar a otros, todo al final, depende de lo que creemos que es el bien y
el mal y posamos nuestras creencias en ellos. Vemos allí, lo que significa
estar expuesto, vulnerable y seguir luchando o rendirse. La decepción de
aquellos que van quedando atrás es inevitable, aquellos que no lograron llegar
al final, como los muertos, como esos seres queridos que se marchan con un
“hasta pronto” y también esta la otra parte, como a esas personas indeseables
que se van de nuestras vidas y de lo cual no podemos estar mas que agradecidos.
Observamos a los sobrevivientes, seamos o no uno de ellos, juzgándolos
merecedores o no de estar allí y por ello podemos detestarlos o respetarlos.
Sus historias son lo que son, vidas que
tienen un instante en esos campos, recordando momentos, derrotas, victorias
como si fuesen cicatrices y alegrías. Somos contagiados por el fantasma de los
buenos tiempos, elegimos —porque al final siempre debemos elegir— entre
dos, apostamos por uno, guiándose por la razón o el corazón.
Deseamos su victoria o simplemente nos retiramos en pos de dejar que el
vencedor surja…
El final de temporada puede dejarnos
así, con un buen o mal sabor de boca, pero para muchos también, significa el
inicio de algo nuevo, de un nuevo camino, una nueva carrera cargada de
esperanzas, una nueva oportunidad que nos traerá a todos, redención…
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