Alatum



"Cantan los pájaros, cantan
sin saber lo que cantan
todo su entendimiento es su garganta."

Octavio Paz

miércoles, 20 de enero de 2016

Yo no lo sé de cierto...

    El conocimiento: impulsor de todas las dichas y desgracias del hombre. Una voz, una fuerza que llevó el instinto a desaparecer un momento a mirar a las estrellas y darse cuenta, que la tierra, se movía…

    Es curioso pensar en las diferentes teorías que envuelven el conocimiento del hombre, la evolución de un pensamiento que se vuelve meticuloso, se amplia y a veces ello se deriva en algo mas pequeño, como en el circuito de un teléfono celular.

    La transferencia del raciocinio humano, para los más realistas tal vez es el resultado de miles de años, derivado de un proceso de evolución. Sin embargo es imposible ignorar que entre nosotros y las demás especies que existen en la tierra, hay un salto importante ¿porqué solamente nosotros resultamos de esta manera? Qué evitó que criaturas tan antiguas como los lagartos y las ballenas alcanzaran niveles de razonamiento tan complejos. Aun ahora, nos asombramos, cuando un animal, incluso un mamífero como un chimpancé logra establecer una comunicación con nosotros. Un conocimiento que va más allá del pensamiento básico y la satisfacción de las necesidades fundamentales. Tal vez en verdad somos inteligentes, o tal vez tontos...

      Rondando por este pensamiento recordé las teorías que no por fantasiosas pierden de cierta manera su encanto. Particularmente no me considero una persona católica, ya que estoy más cerca del pensamiento agnóstico. Dios es un ser incomprensible para mi, una fuerza cuya voluntad no puede ser juzgada como buena o mala, simplemente existe y por alguna razón esta conectado con nuestra existencia.

    Mis memorias me llevaron a la poética de Jaime Sabines, a este corto pensamiento, en Yo no lo sé de cierto que evoca en algún momento, a la suposición de los grados del conocimiento, de aquello que no es una certeza, cuyo discurso  es recurrente a la soledad y a la degradación.

    Habla también del conocimiento vinculado con el elemento luz, actuando como una virtud que se eleva al grado de aquello que es imposible para el hombre. La sabiduría infinita que termina plasmada de forma dispersa, que es como un rayo de iluminación que no se puede observar con detalle, ni siquiera apreciar de forma cercana. Tal conocimiento dicho de ésta manera es llevado al nivel de lo incomprensible, aquello que el ser humano sabe o mejor dicho, siente que existe. Llegado a un punto, no puede comprobar su veracidad completa, es decir, la sabiduría infinita está realzada al nivel de lo divino.

    Comprendiendo esto y atrayéndolo al contexto diario, la divinidad representada de manera perfecta dentro de la tradición católica, viene a coincidir con el inicio y el término de un concepto completo. Aquello que es perfecto. Dios. Él sería el único ser existente capaz de conocer la verdad absoluta y al hacer al hombre su semejante, impregna en él su capacidad de razonamiento, más no de perfección. Es por ello que un hombre común, cuyo pensamiento nace de su mente, no es capaz de afirmarlo por hecho verdadero.

    En el contenido de Yo no lo sé de cierto, Sabines plantea un símbolo infinito entre el hombre y su relación con el discernimiento, que lo sitúa en su realidad presente como ser existente, dentro de un contexto que puede interpretar más no comprender. Por ello, la situación en la que se plantea dicho “algo” que lleva al sujeto a una reflexión existencial, tiene que ver con su parte de divinidad que le corresponde y a su vez también con su parte humana e imperfecta. Aquella conciencia de estado que habla de manera supuesta, llevándonos en un camino de reflexiones posiblemente acertadas y que termina llevado al individuo al mismo lugar en donde empezó. La razón de un ser único, de ser perfecto y de ser un poco más cercano a Dios, arrastrado por su propia conciencia de conocimiento y unión.

    En pocas palabras aquel “algo” inspirador, que vive dentro del corazón humano, que lo ha impulsado a lo largo de su historia a construir y destruir el mundo, a moldear su entrono, para Sabines, viene de la capacidad de raciocinio que hay en el hombre, cualidad que según este texto, creo yo, adquirimos de una fuerza externa, a la cual muchos reconocen como Dios…

  

                                                                                                      A.I. Mendoza Seda


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