Pasamos la mayor parte de
nuestra vida, en búsqueda de la felicidad, como si fuera ese tesoro al final
del arcoíris, el santo grial de condición humana.
¿Qué nos dicta aquello que
llamamos felicidad? Los estereotipos sociales, tener seguridad económica, un
empleo, reconocimiento de la comunidad, de nuestros semejantes, roles de género,
belleza, descanso…
Algunos
tenemos estrellas en las manos…
Sin embargo llega un momento
en que es inevitable percatarnos, que la felicidad al igual que todas las
emociones humanas, tienen una parte de verdad, y otra esta hecha de ilusiones.
La felicidad no es un estado de ánimo permanente, de la misma forma que no lo
es amor, o la tristeza, y aunque algunos se quedan estancados en ella, hasta
llevarlos a desaparecer de este mundo, nos preguntamos… ¿Por qué nadie se queda
estancado en la felicidad?
La felicidad es efímera, es volátil,
y frágil, como una pompa de jabón que por un momento flota, llena de colores vibrantes,
pero eventualmente es traída al suelo por la fuerza de gravedad, y desaparece,
dejando una marca ligera, de que alguna vez estuvo allí…
Y así volvemos a buscarla, y
pronto nos preguntamos, por qué necesitamos tanto para ser felices, por qué
necesitamos más que ese momento efímero de alegría simple, por qué buscamos
complicar nuestra vida en aviones y casas lujosas, en grandes patios y familias
y nuevos hijos y nuevas cosas… ¿Acaso lo que somos no es suficiente? ¿Acaso no
podemos llamar a ese momento de paz en una estancia felicidad?
El
ser humano siempre desea aquello que el otro tiene…
Y deseamos lo mismo,
deseamos más luces, deseamos más belleza, deseamos más bocas, más brazos, mas
ojos mirándonos…
Deseamos
más…
Y
al final tal vez nada sea suficiente…
Gato Negro
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