Y la cortina se
abre de nuevo, aquí vamos, con todo y dudas, con todo y miedos, porque sería de
mi parte un desdén hacia la vida que me podría costar, decir, que voy sin una
gota de temor; pero lo importante es que voy ¿no es así? Así que me he quitado posibilidades banales
para obtener recompensas trascendentales, adiós a meterme a la boca de una bar
cada fin de semana, a la de no mirar los precios del menú de un restaurante
promedio, de eso se trata la apuesta, de generar un cambio que redima mi destino
y que grabe mí nombre en la historia…
Dicha decisión
pasa por el asunto de encontrarle un significado importante a los días, tratar
de no caer en la rutina que se devora tu vida, o en una rutina que sientes te
hace al menos vivir cada día como si de verdad importara, no llegar como si
fuera una meta al fin de semana, si no dejar de saber qué día es y solo
preocuparte por vivir. La intención de esta decisión es llegar a eso, aunque la
verdad a veces siento no tengo la menor idea de cómo llegar a ello… Porque
supongo en esta búsqueda hay espejismos, hay circunstancias que parecen encajar
y de pronto no lo hacen…
La duda se hace
presente, la incertidumbre, el miedo a que estés en un camino sin final, a una
decisión que solo te hará comprender que la conclusión es que, no todos están
destinados a la grandeza, a ser diferentes, a ser destinados a sumarte a las
masas nada más… Un golpe directo a la seguridad, a la confianza, tal vez no lo
pronuncie, pero vive a mi lado como un fantasma que me habla cada noche, cada
que la cúspide se aleja o la vertical del camino se hace más pronunciada...
Valor es cuando al estar
la duda y el miedo, cuenta y es auténtico, sin estos dos elementos en la
ecuación, no sería valor, sino ignorancia, o soberbia cuando menos, y si entonces
a pesar de ello cuentas con las agallas necesarias para arriesgarte, para
equivocarte, para caerte sin saber si podrás levantarte, entonces sin importar
las voces en contra de tu camino, sin importar las posibilidades y los
contextos adversos, condiciones impropias para la buena cosecha, entonces, creo
sinceramente ya tienes algo esencial a tu favor… Algo desde donde todo puede
suceder… ahí, la más improbable semilla puede germinar, algo llamado… Determinación.
Habrá que no
confundir la determinación con la terquedad, o necedad, pues entonces nuestro
destino final será el fracaso, darnos cuenta de la diferencia es -si somos
abiertos-muy fácil de reconocer, pero a la vez difícil, pues significa admitir
una dolorosa realidad, significa reconocer si lo que haces es suficiente para
alcanzar lo que se quiere o entender que no lo haces y que de esa manera no
podrás lograrlo, cualquiera que sea la
meta, y porque digo que es difícil, simple, porque si el resultado de ese
pequeño análisis es que no haces lo suficiente, entonces el reclamo no es más
que para ti mismo, mirarse al espejo con honestidad no es sencillo, criticarse
a sí mismo es un proceso que puede desencajarte, minarte y destruirte, es un
proceso que bien aprovechado te llevará a nuevas alturas pero que de no tener
una madures mental apropiada será contraproducente para tu confianza y
seguridad, una puerta para la depresión, un estado del cual a veces ni te
enteras que lo has dejado entrar…
No hay una moraleja
en mi decisión, si no una cruel verdad, simple pero a la vez tan bella que debo admitirlo, y esa es… hazlo,
si fracasas admítelo y sigue adelante, pero al hacerlo no te engañes y deja
cada gota de energía en ello, cada pensamiento, cada respiro, cada bendito momento,
pues si el fracaso llega a ti, entonces, a pesar de ello no habrá reclamos
frente al espejo, si no solo la belleza de admitir quién eres y a dónde
perteneces, y supongo que llegado ese momento serás feliz pues no hay nada
mejor en esta vida que saber que y quién eres..., aunque en este juego de
palabras no me imagino al fracaso apareciendo en nuestro destino, pues si como lo han demostrado las grandes
historias, hay y existe, una gran
determinación en tu camino…
Victor J. Mendoza Seda
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