“Flor de canela
Suspiro, suspiro,
cuando te veo pasar… suspiro yo…”
Canción popular
Mientras iba
atravesando el desierto iba recordando las últimas voces, las últimas imágenes.
Tal como se titula un libro autobiográfico de cuyo autor no recuerdo dije Adiós a todo eso. Mientras cruzaba el
desierto, observando los cerros rocosos, las dunas y la línea de la carretera
que brotaba sin fin, recordé lo último con lo que me había quedado para mi
nueva vida. También recordé aquello que había heredado a los seres queridos que
de alguna forma iba dejando atrás, el poster de los Strokes a mi hermano Mario,
aquel que yo misma decoré imitando a Andy Worhol. El perfume a Laura, la muñeca
regordeta de la infancia a Miranda, el disco de Juanson a Paulino, las botas y
la bolsa de cuero café a Maricona, las botas de lluvia que usé en primavera,
todo, algunas cartas de despedida a los amigos. Estaba consciente de que no me
había despedido de casi nadie, que solo traía en mi memoria imágenes viejas de
sus caras y el sonido de sus voces, que ya comenzaba a extrañar.
¿Por qué dije Adiós a todo eso? Me lo preguntaba justo cuando sentía un peso
avasallante de soledad mientras el desierto seguía expandiéndose… dije Adiós a todo eso porque había subido a
la azotea de mi cabeza y había observado que ya todo estaba hecho en aquel
lugar, las palancas de la fantasía, cualquier alcance de mis dedos, cualquier
material, mis puños, mi saliva, ya todo se había desgastado hasta morirse.
El pasado se iba secando tras de mí.
Los nuevos cerros, las plantas nunca antes vistas me decían que algo extraño
resucitaba. Quién estaba en aquel presente tan fragmentado; Zizar con sus pelos
tiesos, un par de zapatos, algunas cajitas que guardaban joyas queridas, mi
colección de lentes de sol, música en el mp3, algunos libros, y más que nada,
nuestras vitalidades dispuestas a seguir viviendo, a no morir en el pasado, a
sobrevivir.
Eso era
el presente, yo cantando y recordando “Flor de canela”, pensando constantemente
en el vació que sentía mi espíritu por dejar de cargar una antigua vida. En
aquel instante pude oler el olor de la canela, ver su color rojizo, sentir su
sabor; dulce y potente, porque el todo de aquel paisaje en pleno ocaso se
convertía en una taza de canela. Todo se trasformaba en la esencia de la
canela, mis melancolías poseían su color rojo, oloroso, perfumado. Por alguna
extraña razón todo aquel mundo; el pasado y el presente me supieron a canela a tal
grado que comencé a cantar “Flor de canela, suspiro, suspiro, cuando te veo
pasar…” Qué significaba, no tenía idea, lo único que me quedaba era disfrutar
los fragmentos de mis mundos viejos y el presente como si estuviera bebiera
tragos de canela, de esa que siempre viene bien.
Trompa de Mosca
No puedo decir mucho pues mi don de la escritura es corta y difícil de plasmar. Pero al leerte, trompa de mosca, siento agradables sensaciones y te agradezco la oportunidad que me das para poder entrar de cierta forma en el mundo que vives tal cual lo sientes y experimentas. Este tiempo de conocerte y convivir contigo me permite expresarte mi admiración a tu persona. Sangre es sangre. Familia es familia. Sigue adelante fluyendo con esa originalidad tan tuya. Éxitos trompita!
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