Venimos
del fuego, del hielo, del viento y la tierra, una constitución que empezó
mucho tiempo antes de saber que podía existir vida.
¿Nos
arrepentimos de nuestros pasos? De esas huellas que vamos dejando, de esas
heridas que van sanando junto con la tierra que algún día olvidará. Olvidó
a los dientes de sable, la historia también nos devorará. ¿Seremos
recordados? Como poder saberlo, como saber que no seremos los siguientes
monstruos que alguna vez existieron, y un día simplemente, desaparecieron.
La conciencia es materia del ser humano, concretizamos que
antes de ser, simplemente existimos, tenemos en cuenta las teorías evolutivas
y teológicas, según mejor nos parezca, según mejor nos sintamos. Nos debatimos
entre creer y saber, entre tener la certeza de un origen, o creer sin sustento
en algo místico.
Que basto es el fenómeno de la humanidad, archivado a lo largo de
las memorias de aquellos que ahora ya están extintos, fosilizados, esos
recuerdos inscritos, codificados en un montón de símbolos sobre fondos
blancuzcos. Desde aquella época del origen, el avance inexorable como la
muerte, el tiempo tampoco se detiene. Pasamos de esos momentos de horror a la
inspiración de la esperanza, de esas grandes reinas, de esos reyes y príncipes,
de caballeros y damiselas, de opresión y liberación, de ideales dejados a la
deriva y un escándalo que tuvo impacto.
La historia es eso que es contando, con la fragilidad de la
imaginación andando, el mensaje tal vez ha cambiado y ese hecho distante es
ahora algo completamente distinto. ¿Cómo saber que aquellos que nos han dicho
es realmente la verdad? ¿Cómo probar que las cosas fueron diferentes? Que
Cristo no murió en una cruz, que Cristo ni siquiera existió, que realmente no
venimos de un mono sino de un oso, de una semilla de arroz.
Los hechos han pasado, la visión del vencedor determina todo. Somos
prueba viviente como pueblo de la manipulación y la infamia, de la calumnia. Entendemos
nuestra vergüenza como algo impuesto, como una especie desaparecida, así
desapareció la antigua Tenochtitlan, así se fue el pasado, entre palabras y
cartas y nada más.
A.I.Mendoza Seda
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