Alatum



"Cantan los pájaros, cantan
sin saber lo que cantan
todo su entendimiento es su garganta."

Octavio Paz

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Ruidos


Ruido: conjunto de sonidos articulados y confusos.

Hace unos días el insomnio me mantuvo encendida. Puse atención a los ruidos que produce la madrugada; la casa dormida, la calle desierta, mi respiración, la respiración de los que duermen, el suspiro de Marcelo mi perro, aquel suspiro de satisfacción por haber corrido más de 15 km, de haber cenado sopas de huevo con leche, de haber perseguido a cuatro gatos y dos perros que no eran del barrio. Aquel suspiro profundo se une a los demás ruidos, creando una orquesta nocturna. De repente en la calle escuché que alguien llevaba música a todo volumen, la madera de la silla de mimbre rechinó, algún soñador tosió, el gato maulló, el viento sacudió la puerta. Desde aquella madrugada he pensado en la orquesta de ruidos que se crean cada día.
Son las seis de la tarde, los pájaros cantan desganados, el ventilador suena apacible, uno que otro carro rechina por la calle, el lapicero se tatúa en la hoja de papel creando un pestañeo de ruido, Zizar mi otro perro, rasca la puerta con sus uñas bicolor por el retumbe de los cuetes,  las miles de ceremonias religiosas han comenzado, y este tipo de ruidos suelen asustarlo.
Al pensar en los temores de Zizar recuerdo que existen algunos ruidos que dan miedo, a veces de forma particular otras de manera colectiva. Por ejemplo el ruido de un grito con llanto. Ese ruido hace que se cree un silencio desconcertante. Otro ruido temido es el de un balazo, el de un choque, el de un atropellamiento.  El de un rayo que anuncia una gran tormenta. Yo le temó al ruido de un tráiler o un vehículo aparatoso. Hay ruidos molestos, por ejemplo el bullicio de una fiesta cerca de tu casa en la madrugada, el contacto de una ficha de metal contra el piso, el ruido que provoca el metal contra el metal, el zumbido de una mosca o un sancudo. Los ruidos de máquinas trabajando, como una perforadora de construcción. Motos chillonas.
Los hay también alegres, como los de una matraca, los chiflidos de un estadio, los tarareos de un concierto, los aplausos de alguna presentación, los cantos de las mañanitas, los cantos de los borrachos interpretando a José Alfredo Jiménez. Existen ruidos tristes, el ruido de las ambulancias, los llantos de los velorios que luego se convierten en aullidos como si no los produjera un cuerpo sino más bien un obscuro y profundo pozo de petróleo. El aullido de un perro atropellado, el maullido de un gato pequeño con frio, el llanto de un bebe enfermo.
Podemos escuchar ruidos bellos como el de las olas del mar, el suspiro de un buen orgasmo, el cacareo de una risa que está a punto de convertirse en carcajada, el canto de una ama de casa cuando hace el quehacer, el silbido de un hombre mientras trabaja, el suspiro de un perro satisfecho, el de la lluvia pasiva, el de la lluvia fuerte, el ruido del aire cuando mueve un campo entero de pasto crecido, o las hojas de árboles en otoño, la vuelta de la página de un libro, un libro puesto sobre una mesa, el tronido de un gran beso.
También existen ruidos corporales como el de pasar saliva, las tripas cuando tienes hambre, el tamboreo acelerado de un corazón,  los intestinos cuando están trabajando, de un pedo, el tronido de los huesos, de la pestañas, de un cabello cuando es arrancado. El ruido de una respiración agitada, el movimiento de un musculo. Un bostezo, estornudo, fricción entre miembros, la sacudida de una gran cabellera.
Ruidos de comida; el burbujeo de una sopa, el tronido de una tostada cuando es mordida, de una tortilla dorándose, de las papas friéndose. El ruido que hace un elote cuando es desgranado, la aspiración de un espagueti, un trago de agua, el sorbido de una bebida caliente,  el servir un vaso de agua, el tronido del chicharrón, la explosión de una bomba de chicle, el rebanar verduras con un cuchillo, el dar una mordida a una manzana, el revolver la ensalada con las manos, el trozar yerbas, el salpicar sal.

Después de haber imaginado este auditivo recorrido me doy cuenta que estamos rodeados de tantos ruidos como de palabras para describirlos.  Concluyó este artículo haciendo mención a uno de mis ruidos preferidos que solo los hombres del siglo XX en adelante han podido tener el placer de escuchar, el tacto de los dedos contra el teclado de una computadora, este es el ruido de mi oficio y quizá Hemingway, Arreola, Wolf, Castellanos, Rulfo o Cortázar hayan tenido el placer que yo no tuve de escuchar mientras pisaban el teclado de una máquina de escribir, quizá una Remington, sólo ellos pudieron tener el placer acústico de saborear uno de los sonidos más bellos que existen, la transformación de la literatura.




Trompa de Mosca

No hay comentarios:

Publicar un comentario