Lamentamos
tu muerte María.
El adiós
flácido,
tu
puño de palabras ahogadas en silencios.
Extrañamos
las pausas eternas de tu vida.
Tus estrías
faciales,
tus
dentadas carcajadas,
tu
soledad inseparable.
Decías
María
que
cuando uno se detiene,
cuando
se queda estático,
uno
se va muriendo poco a poquito.
Por
eso María
nadie
te alcanzó.
Un
poco de eternidad
tenían
tus ojos María,
profundos,
oscuros , huecos…
Te
extrañamos María;
"sonríe
a la tristeza" decías
pero
dime cómo,
si
la si la grietas no cesan, no sanan.
La hemorragia
incesante
me
recuerda la mortalidad.
Te
extraño y te odio María.
Con
todo el dolor de mi soledad.
Alan I. Arenas Ruiz
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