Alatum



"Cantan los pájaros, cantan
sin saber lo que cantan
todo su entendimiento es su garganta."

Octavio Paz

lunes, 3 de octubre de 2016

Taquero


Es madrugada, él no bosteza, pica la carne de res entre un vapor que parece que ha salido de algún lugar espectral, de algún cuento de Edgar Allan Poe. Un vapor nubla su rostro encendido. Toma un par de tortillas sudadas, pequeñas, un puño de carne finamente picado, le arroja un montón de cilantro y cebolla, lo coloca en el plato liviano y colorido, forrado con una bolsa de plástico y lo extiende. El hombre le agrega salsa, rábanos y unas gotas de limón. Comienza a devorar el taco, mastica exageradamente para después ceder espacio, darle un trago al agua o al refresco. El taquero no ha bostezado aunque ya sea de madrugada, él nunca lo hace. Mientras el delantal esté puesto nunca lo hará porque al igual que Superman mientras traiga su capa dejará de ser Clark Kent. El sueño detrás de ese comal no existe, ni el calor ni el cansancio, existe la adrenalina trasformada en proteínas que otorgan vida.
           El taquero mira con sus ojos fuertes como su tabla de picar a los que pasan en auto, a pie, a perros que limpian el suelo. Él irradia cuando alguien se sienta frente a él y hace una petición; dos de carnaza, dos de tripa, tres de maciza, uno al pastor, cuatro de azada, seis de adobada. El taquero es un icono mexicano que alimenta la aureola de la virgen de Guadalupe, porque es consciente que es tan popular como ella, e incluso más más, pues detrás del comal él acepta a cualquier peregrino de cualquier religión y a la inversa.
            Este superhéroe nacional no es dueño de un oficio sino un antropólogo de la cultura prehispánica y contemporánea. Tal como un poeta, es un pequeño Dios. No juzga al crudo, al borracho, a la prostituta o al vagabundo, al narcotraficante, al político o al presidente de la Republica, otorga sus creaciones sin distinción, nos ofrece sus manjares a cambio de nuestras “limosnas”  precio obligatorio que se tiene que pagar por la grandeza.
             El taquero habla el idioma social, aquel que se transmite a través del paladar. Aquel que comunica el aroma del cilantro fresco, de la cebolla cruda y dorada, el crujir de un rábano, de los frijoles recién cocidos, de la piña azada, de la salsa de tomate, del jitomate molido en molcajete, del chile guajillo, del chile jalapeño, del serrano, del perón. De la carne; de la carne de cerdo adobada y marinada entre cerveza o clavo de olor, del cerdo y sus lienzos trozados en un taco de carnitas, de los músculos de una vaca convertida en birria de pozo, ahumada con pencas de maguey. El cabrito y su juventud, el borrego tatemado, borrego a las brasas. Trasporta el pasado prehispánico en un comal que calienta el poder más grande del taquero; la tortilla. Así por medio de este lenguaje completo nos trasmite los mitos del Popol vuh, la conquista, la revolución, la globalización, soporta y defiende nuestras raíces, nos trasmite eso que fuimos y seguiremos siendo.

 ¿Qué es eso que somos y seguiremos siendo? Hombres de sabores, seres con vida, con origen y diversidad, con dicha y abundancia, con creatividad, con fuerza, con mezcla. De maíz, seres de evolución, de permanencia. El taquero día con día nos recuerda la entraña del ombligo de la luna que es lo que significa México. Nos da eso para que disfrutemos, es por eso que hoy festejo al taquero, saboreo La Tacopedia Enciclopedia del taco, libro que ha llegado a mis manos para saborearlas para no olvidar que sin el taquero el taco no existiría, y sin el taco y el taquero nuestra evolución como raza estaría incompleta. 


Trompa de Mosca

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