Alatum



"Cantan los pájaros, cantan
sin saber lo que cantan
todo su entendimiento es su garganta."

Octavio Paz

lunes, 21 de diciembre de 2015

El lenguaje de lo intangible

Somos un conjunto genético del pasado, un recopilado.

        Viene súbitamente impreso en nuestro comportamiento desde aquellos que tuvieron la posibilidad de ver la creación, dentro de las numerosas definiciones, la diferencia fundamental que nos distingue de las demás especies, es el análisis y la conciencia de un pensamiento y un procedimiento.

           Siempre he sido amante de los perros, uno de todos los recuerdos turbios que tengo de mi niñez, se remonta a mí poniendo mis manos en el suave pelaje de un Husky siberiano, está de mas decir, que es uno de los más felices que tengo. Como ser humano el hombre puede creer que está solo en este mundo, poéticamente, somos como la flor de dios, encerrada en una esfera suspendida en el universo. Pese a nuestras mentes a veces tan libres, somos prisioneros de nuestras posibilidades.

          Desde tiempos remotos el hombre se ha jactado se ser poseedor de un juicio, que funciona a base del raciocinio de nuestras acciones, de la historia y consecuencia que viene con cada una de ellas. Somos por así decirlo conscientes de nuestra existencia. Aun cuando no podemos saberlo, estamos seguros que como especie somos incomprensibles a veces incluso para nosotros mismos. Estamos solos en el mundo.

      He allí mi fascinación al pensar que aunque en capacidades diferentes, existe la posibilidad de establecer una conexión emocional con alguien que no es de nuestra especie, con un sistema complicado de señales que envían y estimulan diferentes respuestas fisiológicas. Reaccionamos y somos objeto de aquello que conocemos como amor, como enojo y tristeza. El fenómeno por sí mismo es razón de contemplación. El significado inmaterial e incuantificable de una respuesta, es como lanzar un grito al viento y que aquel eco sea respondido.

         Lo he visto muchas veces, en sus ojos. Los animales son criaturas de naturaleza pura, sus miradas son vagas, pero fijas en lo importante. He visto a mis perros observarme, por los nombres que les he dado en mi lenguaje para hablar con ellos y también recuerdo los nombres de aquellos que tempranamente partieron. Jamás me dijeron una sola palabra y han sido mis mejores maestros. Qué lección más valiosa se puede aprender en la vida, sino es, simplemente aprender a vivirla.

       Entonces como debería llamar al lenguaje que se establece entre ellos y yo. Es verdad que se puede establecer una comunicación con cualquier especie a base de condicionamiento, pero cuando esa comunicación nace de forma rudimentaria de la convivencia ¿cómo podría llamarse? Para un ejemplo, estoy consciente de que no funcionan de la misma forma, pero cuando su atención se fija en mi al acercarme a ellos, parecen pensar por un momento, “Ya viene”, no puedo saber que es lo que piensan, solo lo interpreto de una mirada fija.

       Las expresiones son genuinas, la manera en como entrecierran sus ojos cuando paso mi mano por su cabeza o el cómo se dilatan sus pupilas y se mueven sus orejas al escucharme, son el resultado del sinfín de palabras que se dirigen a ellos, consciente de que no las entienden y sin embargo el tono y la intención son asimilados. El sistema perceptivo de los animales me parece un sistema delicado de cuerdas, respondiendo a cualquier vibración. No hay ojos más sinceros, que expresen con tanta transparencia el amor y el dolor. Entre los animales no hay hipocondríacos, “el dolor, duele…”

       A veces me pareciera, que fuesen testigos de nuestra existencia, que en su memoria llegará un momento en que al igual que en la nuestra, quedaremos grabados en ellos como un recuerdo instintivo. Tal vez en imágenes de luz y sombra, de muecas y vibraciones. Me pregunto si llegará un momento en que todos ellos vivirán sin nosotros, después de muchos años y tal vez algunos correrán libremente como sus ancestros solían hacerlo. Soñarán con esos seres de hechura extraña capaces de tanta amabilidad como maldad. A veces me lo pregunto, si estaremos ya dentro de su código genético, como algo intangible y certero, que traducido a nuestro lenguaje diría, “humano”.



A.I. Mendoza Seda

1 comentario:

  1. pocas veces puedo encontrar una forma tan adecuada de describir una relaciòn tan verdadera

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