Somos un conjunto
genético del pasado, un recopilado.
Viene súbitamente impreso en
nuestro comportamiento desde aquellos que tuvieron la posibilidad de ver la
creación, dentro de las numerosas definiciones, la diferencia fundamental que
nos distingue de las demás especies, es el análisis y la conciencia de un
pensamiento y un procedimiento.
Siempre he sido amante de los
perros, uno de todos los recuerdos turbios que tengo de mi niñez, se remonta a mí poniendo mis manos en
el suave pelaje de un Husky siberiano, está de mas decir, que es uno de los más felices que tengo. Como ser humano el hombre
puede creer que está solo en este mundo, poéticamente, somos como la flor de dios, encerrada en una esfera suspendida en el universo. Pese a nuestras
mentes a veces tan libres, somos prisioneros de nuestras posibilidades.
Desde tiempos
remotos el hombre se ha jactado se ser poseedor de un juicio, que
funciona a base del raciocinio de nuestras
acciones, de la historia y consecuencia que viene con cada una de ellas. Somos —por así decirlo— conscientes de nuestra existencia. Aun cuando no podemos saberlo,
estamos seguros que como especie somos incomprensibles a veces incluso para nosotros mismos. Estamos solos en el mundo.
He allí mi fascinación al pensar que aunque en capacidades diferentes, existe la posibilidad de
establecer una conexión emocional con alguien que no es de nuestra especie, con un
sistema complicado de señales que envían y estimulan diferentes respuestas
fisiológicas. Reaccionamos y somos objeto de aquello que conocemos como amor, como enojo y tristeza. El fenómeno por sí mismo es razón de contemplación. El significado inmaterial e
incuantificable de una respuesta, es como lanzar un grito al viento y que aquel
eco sea respondido.
Lo he visto muchas veces, en sus
ojos. Los animales son criaturas de naturaleza pura, sus miradas son vagas, pero
fijas en lo importante. He visto a mis perros observarme, por los nombres que
les he dado en mi lenguaje para hablar con ellos y también recuerdo los nombres de aquellos que tempranamente partieron. Jamás me
dijeron una sola palabra y han sido mis mejores maestros. Qué lección más
valiosa se puede aprender en la vida, sino es, simplemente aprender a vivirla.
Entonces como debería llamar al
lenguaje que se establece entre ellos y yo. Es verdad que se puede establecer
una comunicación con cualquier especie a base de condicionamiento, pero cuando
esa comunicación nace de forma rudimentaria de la convivencia ¿cómo podría llamarse? Para un ejemplo, estoy consciente de que no funcionan de la misma forma, pero cuando su atención
se fija en mi al acercarme a ellos, parecen pensar por un momento, “Ya viene”, no puedo saber que es lo que piensan, solo lo interpreto de una mirada fija.
Las expresiones son genuinas,
la manera en como entrecierran sus ojos cuando paso mi mano por su cabeza o el
cómo se dilatan sus pupilas y se mueven sus orejas al escucharme, son el resultado del sinfín de
palabras que se dirigen a ellos, consciente de que no las entienden y sin
embargo el tono y la intención son asimilados. El sistema perceptivo de los animales me parece un sistema delicado de cuerdas, respondiendo a cualquier
vibración. No hay ojos más sinceros, que expresen con
tanta transparencia el amor y el dolor. Entre los animales no
hay hipocondríacos, “el dolor, duele…”
A veces me pareciera, que fuesen
testigos de nuestra existencia, que en su memoria llegará un momento en
que al igual que en la nuestra, quedaremos grabados en ellos como un recuerdo instintivo. Tal vez en imágenes de luz y sombra, de muecas y vibraciones. Me pregunto
si llegará un momento en que todos ellos vivirán sin nosotros, después de
muchos años y tal vez algunos correrán libremente como sus ancestros solían hacerlo. Soñarán con esos seres de hechura extraña capaces
de tanta amabilidad como maldad. A veces me lo pregunto, si estaremos ya dentro
de su código genético, como algo intangible y certero, que traducido a nuestro
lenguaje diría, “humano”.
A.I. Mendoza Seda
pocas veces puedo encontrar una forma tan adecuada de describir una relaciòn tan verdadera
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